Mientras el avance técnico del terrorismo para ejecutar sus protervos propósitos criminales asciende en ascensor, algunas de las respuestas policivas del Estado colombiano a dichos actos de barbarie, continua su travesía por las tradicionales escaleras -además obsoletas- de limitación de derechos ciudadanos para el conjunto de una población determinada. Para la muestra, un ejemplo: frente a un acto terrorista perpetrado en una ciudad, de inmediato se decreta la prohibición del parrillero en moto. ¿Cuál puede ser el efecto real de estas medidas en términos eficientes de seguridad ciudadana? Pues ninguno, por cuanto los terroristas han cambiado su forma de actuar criminal, mientras el Estado sigue caminando perezosamente por su vieja trocha de prevención en seguridad.
El condenable atentado terrorista contra el exministro Fernando Londoño evidenció esta paradoja: el terrorista llegó caminando hasta el vehículo de Londoño, adhirió la bomba compuesta por una mezcla de RX y explosivo industrial al propio carro de objetivo, y luego huyó corriendo entre los carros parados que esperaban la señal verde del semáforo para avanzar. ¿Qué sentido tiene, como respuesta a esa novedosa estrategia criminal, limitar -como efectivamente se limitó en Bogotá- el transporte del parrillero en moto, el día siguiente al atentado? En verdad, ninguno.
El Estado colombiano debe cambiar de estrategia preventiva de defensa frente al terrorismo. Resulta evidente. De nada sirve repetir y repetir las mismas y antiguas medidas policivas innecesarias e inservibles para afrontar estos nuevos retos. Podemos hacer varios balances: ¿Cuántos atentados terroristas han sido evitados en Colombia como resultado de las toneladas de cortaúñas, depiladores, aerosoles, esmaltes, pomadas, maquinas y cremas de afeitar que las autoridades han decomisado a miles de compatriotas minutos u horas antes de abordar vuelos comerciales? Es imposible mostrar estadísticas exitosas en este campo.
Lo otro, es que el avance terrorista en el mundo, en términos técnicos presentado en los últimos años, parece pertenecer más a círculos avanzados en pericias científicas que a los tradicionales métodos asesinos -con algunas contadas excepciones- de viejas guerrillas rurales. O sea, en técnica sofisticada y en audacia para ejecutar actos terroristas parece que la guerrilla va más lenta en avances de ese tipo, que la extrema derecha terrorista. Y otra diferencia: el terrorismo de extrema derecha, en algunas ocasiones atenta contra emblemas institucionales para lograr sus propósitos, en cuanto el actuar criminal cause zozobra social, pánico ciudadano y sensación generalizada de inseguridad. Las evidencias históricas sobran.
Pero bien, el tema es denso y complejo. Lo único que podemos concluir hasta ahora, es que prohibir el parrillero en la moto el día siguiente de un acto terrorista no resulta medida policiva eficiente y eficaz para combatir este flagelo.
Comentarios