En sus inicios fue calificada como un Frankestein constitucional, y ahora ya perfilada en su integridad, ha originado entre los estudiosos del tema, más rechazo que aceptación. Salvo los diligentes Ministros responsables del trámite del acto legislativo y los voceros del Congreso, no se percibe un bloque de constitucionalistas que defienda con ahínco jurídico la nueva reforma.
Horacio Serpa, ex – presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, afirma que la reforma constitucional, más que buscar la vigencia de la autonomía e independencia de la Rama Judicial, pretende resolver problemas que tienen que ver con el Congreso de la República. Gustavo Gallón en su calidad de director de la Comisión Colombiana de Juristas, opina que la reforma se fue por el lado de regular competencias entre Gobierno y Corte, más que por el fin central de la justicia orientado a que la gente tenga un adecuado reconocimiento de sus derechos. El ex - constituyente Armando Novoa, la califica como “La rebelión de los aforados”. Y, otros críticos a la reforma, como en el caso de Hermes Lara, Magistrado del Tribunal Superior de Bogotá, la define como una reforma hecha a la medida de los bancos, en cuanto a largo plazo, perjudicará a los ciudadanos y beneficiará a los bancos. Opinión semejante comparte el juicioso congresista del Polo Democrático, Germán Navas Talero al afirmar que ahora habrá unos señores que en la mañana serán jueces y en la tarde abogados litigantes.
O sea, que hasta ahora han caído rayos y centellas de rechazo y cuestionamiento, -en derecho- a la mencionada reforma. Ojalá salgan pronto a opinar sus defensores para poder tener un sano panorama de contradicción que permita a la opinión pública confrontar tesis y realizar sus propios análisis. Pero esa tarea, no es nada fácil. Ya varios “duros” en materia constitucional han colocado sus contundentes banderillas en todo el morro temático y conceptual. El Maestro de maestros, Carlos Gaviria califico la reforma como desilusionante y vergonzosa a la que le faltó todo y le sobró todo, por cuanto beneficia sólo a los congresistas y magistrados de las altas cortes. Otro tratadista constitucional, en este caso, Rodolfo Arango tiene una visión más apocalíptica, por cuanto considera que como consecuencia de dicha reforma desaparece el último bastión del Estado constitucional social y democrático de derecho. Concluye, dramáticamente claro está, que la justicia independiente “ha caído”.
Sombrío el panorama constitucional. Y eso que faltan otras perlas, que se están cocinando a toda prisa en el Congreso Nacional. Definitivamente, la Constitución de 1991 no cuenta con fuerzas políticas fuertes que defiendan su integridad. ¡Que lástima!.
La llamada Reforma a la Justicia, ya en la puerta del honor legislativo para ser aprobada, constituye dentro de las más de treinta reformas a la Constitución de 1991, la que podría llamarse hasta ahora, la madre de las contrarreformas constitucionales.
Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
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