Disparos al aire Feliz año en paz y democracia

Hace muchos años, en los días de fin de año –como ahora – varios medios de comunicación nacional destacan la disminución de índices de criminalidad en el país, comparándolos con los datos de esos mismos días en la fecha exacta del año pasado.

Cosa igual ocurre, con medios de comunicación regional, que entregan en temas de orden público una visión de serenidad y tranquilidad para el año que va a empezar. Es posible que en el Valle del Cauca y Antioquia se soslaye por estos días el tema, por cuanto en el propósito de trasmitir tranquilidad frente a indicadores de violencia las cifras y datos manejados en estos asuntos –que pueden ser utilizados como plastilina informativa - no cuadren armónicamente para los ciudadanos.

Y es mejor, no correr este tipo de riesgos informativos. Con esa disminución porcentual en índices de criminalidad, que desde hace una década, -según algunas cifras oficiales- cada año desciende, deberíamos estar próximos al punto cero, o sea,  muy cerca de estar viviendo y disfrutando de un encantador paraíso de paz y convivencia ciudadana.


Pero bien, la frialdad de las cifras puede dar para casi todo. En especial, cuando de maquillar la imagen de un determinado tipo de sociedad por parte de las autoridades gubernamentales, se liga un balance favorable de gobernabilidad.


Algunas veces, la realidad social va por una vía muy distante de la autopista de resultados registrados en las estadísticas oficiales. Sin embargo, en Colombia lo que casi nunca se ha dado en los balances gozosos de fin de año, son datos de disminución de pobreza, de marginalidad, de inequidad social.


Al contrario, las cifras en el otro extremo resultan asombrosas: ganancias anuales multimillonarias de un número reducido de personas que cada vez controlan más y monopolizan las áreas estratégicas de desarrollo del país; concentración mayor del poder decisorio sobre puntos estratégicos de desarrollo integral para la Nación, es decir, un balance anual extraordinario de ganancias para la minoría y uno de pérdidas preocupantes para las mayorías sociales.

    Ojala, más tarde que temprano esta circunstancia de inequidad social cambien dentro de nuestras fronteras, a imagen y semejanza de tímidos pero ejemplarizantes resultados en países vecinos como Brasil, Chile, algo de avance en Argentina y varios pasos favorables en asistencia social dados en Venezuela, o sea, que se perciba democratización del poder y riqueza en la sociedad.  
    Para utilizar conceptos académicos rimbombantes, acogidos favorablemente por prestigioso economistas internacionales y nacionales, traídos en el reciente bestseller de Daron Acemoglu y James A. Robinson: el paso de “instituciones extractivas” a “instituciones inclusivas”, que en palabras nuestras serían el tránsito de estados de restricción democrática a instancias de mayor participación y democratización de la sociedad.
    En dicha eventualidad, -ojalá cercana-  se podría desear a estas alturas decembrinas un Feliz Año en Paz y Democracia para las mayorías sociales en Colombia.



Credito
Camilo A. González Pacheco

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