Tantas idas a La Habana. Tantas declaraciones de parte y parte, en muchos casos enredadas al máximo. Esperanzas en el aire. Dardos envenenados lanzados contra el proceso de diálogo apostando a su fracaso… otorgan a las conversaciones que se adelantan entre el Gobierno y las FARC en Cuba un airecillo parecido al de la célebre fabula de la ardilla y el caballo de Tomás Iriarte: “Tantas idas y venidas, tantas vueltas y revueltas, quiero amiga que me diga ¿Son de alguna utilidad?”, preguntaba a la ardilla el generoso alazán. En nuestro caso, la utilidad se reflejaría en un cese efectivo y real de hostilidades y la desmovilización cierta del grupo subversivo, previo un acuerdo de paz. Ahí estaría gran parte de la utilidad.
Sin embargo, en esas vueltas y revueltas ha quedado inmerso el contenido esencial de los próximos y cercanos debates electorales, si tiene en cuenta que debido a las particularidades caudillistas de la política colombiana, cada vez se polariza más el país entorno al posible resultado final de las conversaciones en Cuba. La oposición a dicho diálogo ya tiene caudillo -uno sólo como Jefe político y electoral- mientras que los impulsores están diseminados en varias estrategias diseñadas a la altura de sus propios intereses sin que exista, en nada y para nada unidad interna entre ellos. Y más grave aun, mientras más demoren los resultados favorables concretos de las conversaciones, mayor espacio de opinión van ganando los contradictores.
Los últimos acontecimientos políticos, sobre todo el del frustrado proyecto enunciado por el Presidente Santos de ampliar períodos de gobierno para alcaldes, gobernadores y Presidente, evidenciaron un grado alarmante de improvisación no compatible con el delicado y sensible ajedrez que se juega en Cuba. Parece que el gobierno no tuviese claro el juego de tiempos, sobre todo en lo relacionado con las reformas legislativas y constitucionales. Y si no lo tiene claro el gobierno, pues mucho menos lo va a tener el grupo subversivo y sus potenciales aliados políticos y electorales. Y este es un escollo que puede acabar con todo: Incluido un acuerdo ya firmado.
O sea, que otra vez, lo mismo que antes, se avizora la dinámica de la política colombiana atrapada en la ya probada y desgastada coyuntura de firma o no de un eventual acuerdo de paz. De nuevo, en las ramas de la formalidad y de las buenas o malas intenciones de paz, pero sin ocuparnos de los problemas estructurales de desarrollo que mantienen a Colombia en lugares sobresalientes en la escala de los países más inequitativos del mundo. Es decir, aplazada de nuevo la discusión central sobre la democracia integral y la justicia social, que tanta falta ha hecho como tema central de los debates electorales en Colombia.
Tantas idas a La Habana. Tantas declaraciones de parte y parte, en muchos casos enredadas al máximo. Esperanzas en el aire. Dardos envenenados lanzados contra el proceso de diálogo apostando a su fracaso…
Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
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