El mejor congresista del Tolima

Camilo González Pacheco

Un sereno balance de las entrevistas realizadas por El Nuevo Día a los congresistas elegidos con significativa votación en el Departamento del Tolima, nos puede reflejar una visión más o menos objetiva e imparcial de la función que dichos miembros del Congreso de la República realizan en su labor parlamentaria.

De entrada, podemos observar que el cuestionario formulado por el periódico adolece de un enfoque acertado sobre la función constitucional de los congresistas, y lo reduce –equivocadamente claro está- a la construcción de obras físicas en nuestra región, promovidas, amparadas o impulsadas por ellos.

Por ahí, no es la cosa. Sin embargo, muchos de los entrevistados, creen que por ahí, si es la cosa. En términos constitucionales, la función principal del Congreso de la República –y obvio, de los congresistas- se orienta a tres objetivos claves: reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer control político sobre el Gobierno y la administración. Y para ello, los congresistas deben tener como guía y faro de sus actuaciones la consulta en todas sus actividades legislativas de la justicia y el bien común. De ahí entonces, pensar que el mejor congresista del Tolima –en términos constitucionales, o sea los verdaderos e institucionales- sea el que más cemento consiguió, más puestos repartió, más obras físicas construyó, pues puede ser una apreciación respetable, pero no acertada en su contenido integral y constitucional.

Si ese fuera el rasero, los actuales congresistas no podrían competir con los del siglo pasado, que de entrada les darían sopa y seco en eso, y muchos de ellos también en clientelismo y corrupción. Esa mirada del Congreso de la República, o sea, de valorar la función del legislador en proporción directa al cemento conseguido para la región, no es acertada, ni moderna, pero si con mucho aroma feudal, entendiendo que en el Tolima aún existen -¡y de que manera!- unos poderosos feudos electorales que no los mueve ni conmueve, ni el indescifrable, agitado e inexorable paso del tiempo.

En mucho, esa concepción del papel del congresista ha contribuido al atraso del Tolima. Sobre todo, por persistir en inversiones de corto plazo orientadas a mantener y agigantar el poder electoral de los gobernantes de turno y los parlamentarios. Para la muestra, un botón, o mejor una perla rescatada de las entrevistas ya mencionadas: un representante conservador presentaba como una de sus trascendentales obras legislativas el haber apalancado, acompañado e impulsado obras de infraestructura de municipios ubicados en el “corredor conservador”.

Otro tanto podrían afirmar los congresistas defensores de municipios y veredas del “corredor liberal”, para no hablar de los demás partidos con sus respectivos corredores. ¿Desde cuándo la importancia de las obras de infraestructura se deciden por el color electoral de las autoridades interesadas en ellas?. Ahí está, en esa respuesta, parte esencial de la explicación de la crisis que vive el Tolima y del papel protagónico que han jugado muchos congresistas en esa debacle.

Comentarios