Es el espacio existente entre el Panóptico de Ibagué y el Museo de Arte del Tolima. El Panóptico representa la obra en cemento sin equipo humano que le dé vida, y el Museo –como muchas otras iniciativas culturales- el equipo humano sin recursos suficientes que le permitan proyectar estratégicamente su misión. Pero, la cosa no es tan sencilla: tiene un fondo bastante oscuro relacionado con el tema político vigente en el Tolima.
El Panóptico constituye una alcantarilla donde se han botado físicamente miles de millones de pesos sin control ni planificación seria en este tipo de monumentos. Han sostenido conocedores del tema, que la corrupción y la politiquería imperan a sus anchas en ese fantasmal sitio.
El Panóptico refleja un tipo equivocado y por demás erróneo en inversión de lo que algunos funcionarios entienden por inversión en cultura, sencillamente por que su proyectada construcción, no contaba con un equipo humano de soñadores culturales, que lo diseñará, proyectará y ejecutará acorde con los requerimientos de la ciudad y el departamento.
El tema del Museo, -requiriendo recursos- representa lo contrario: un buen equipo humano de forjadores de cultura, sin recursos suficientes para prolongar en el tiempo de manera eficiente y eficaz su loable aventura. Y, no es sólo ese caso: existen gran cantidad de artistas, grupos de teatro, organizaciones musicales, entre otras muchas expresiones culturales, que saben ejercer con altura su profesión pero no cuentan con recursos para desarrollarla.
Ejemplos tenemos muchos, Ibagué en Flor, los festivales de teatro, los encuentros musicales, los eventos de cuenteros Y, en el caso del Tolima, donde no existe el apoyo de la empresa privada (salvo la cuestionada AngloGold, con sus intereses empresariales específicos que no son integralmente culturales ni menos ambientales) la única puerta para tocar y llevar la totuma implorando financiación se encuentra en la Gobernación y la Alcaldía.
Lo anterior, nos plantea la necesidad de redefinir una política cultura integral y de largo plazo para el Tolima, que debe ser diseñada e implementada directamente por los forjadores de cultura regional, desde la periferia al centro.
Con nuevo conceptos: sostenibilidad, competitividad, eficiencia, modernización, que permitan abordar experiencias exitosas de otras ciudades y Departamentos, incluyendo la búsqueda de formas alternativas de financiación, sin que ello implique el abandono por parte del Estado de su función constitucional de garantizar la existencia del derecho fundamental a la educación y cultura. En el Tolima, aún no hemos despegado, estamos sin norte y sin brújula, encarcelados hace décadas en el panóptico cultural.
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