Victoria y paz

Camilo González Pacheco

Gary Oldman se encuentra dentro de los candidatos más opcionados para ganarse este año el Óscar como mejor actor. Su actuación en “Las horas más oscuras” encarnando a Winston Churchill es espectacular. Se vive a Churchill en toda su dimensión histórica, sobre todo en 1940 en calidad de Primer Ministro Británico en medio de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Los espectadores sienten embelesados, escuchando a Oldman bajo la piel de Churchill, ganas de levantarse en plena proyección a aplaudirlo al terminar sus soberbias intervenciones ante la Cámara de los Comunes. Se percibe la sabiduría fresca de los estadistas acumulada en decenas de años de experiencia. Se palpa la humildad y la sencillez como atributos de los grandes.

Y al final, se entiende lo correcto de su estrategia de alcanzar la victoria, o sea ganar la guerra, y no lograr coyunturalmente la paz, que significaba firmar con Alemania un tratado de apaciguamiento (appeasement), y evitar mayores sufrimientos bélicos. Los acuerdos de Paz firmados con el liderazgo de Mussolini en calidad de testaferro de Hitler, hubiesen sido políticamente incorrectos y humillantes para el Reino Unido.

Victoria, significaba – y significa en esto de los ajetreos de la guerra - la derrota militar del enemigo. Sin puntos intermedios. Victoria a toda costa, a punta de “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Paz, en ese momento histórico de Churchill, implicaba firmar acuerdos con el nazismo y el fascismo. Dos conceptos, que desde ese tiempo, adquieren renovada vigencia, en la forma y fondo, para abordar temas concernientes a la guerra, en todos los puntos geográficos del globo terráqueo. Ajustados a las particularidades históricas propias de cada nación. Que valga la pena resaltar, no son iguales ni en el tiempo ni en el espacio.

En el caso colombiano, por ejemplo, la salida correcta a un conflicto armado interno, contrario a lo liderado por Churchill, no era la victoria sino la paz, entre otras razones, por cuanto la victoria militar de alguno de los bandos era imposible a corto plazo. Lo correcto políticamente hablando, lo constituía el firmar pactos y acuerdos que llevasen a la terminación real del conflicto bélico. Sin vencedores ni vencidos militarmente. Paz más que victoria.

Pero algo y mucho va del Imperio Británico a Colombia, no sólo en la geografía y el tiempo, sino en las especificidades dadas en los tenebrosos terrenos de la guerra. Salvo algún detalle jocoso: dos protagonistas del asunto bélico de allá y de acá, lograron ser Premio Nobel. Churchill de literatura en 1953 y Santos de Paz en 2016. Pero en estatura universal, uno barre sobrado al otro. No es necesario decir quién es “Él”. Ya se sospecha.  

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