Un año más

Camilo González Pacheco

La Academia de Historia del Tolima, y Yolanda Jaramillo de manera especial, han contribuido a rescatar y mantener vigentes los valores históricos y culturales de nuestra región. Dentro de esos logros, se enmarca la institucionalización del Día del Tolima, precisamente ayer 12 de abril, que conmemora aquel de 1861 cuando el General Tomas Cipriano de Mosquera, creó de facto el Estado Soberano del Tolima, que años más tarde, por allá en septiembre de 1886, pasaría a llamarse Departamento del Tolima, evento histórico éste que ojalá, también de cuando en cuando, nuestra Academia rememorara con todo su significado y trascendencia.

Existe consenso, para identificar nuestros valores artísticos, culturales, los liderazgos de tolimenses en muchas áreas científicas, literarias, musicales; y en lo político, especialmente a la vida y obra de los ex -Presidentes de la República, Melo, Murillo Toro, López Pumarejo y Echandía.

En lo que no existe acuerdo, es en la valoración del papel de la clase dirigente tolimense, en lo referente a los avances de desarrollo integral para la región. Algunos analistas locales, Alberto Bejarano, entre ellos, rajan históricamente a ese sector en cuanto puedan mostrar hechos y cifras concretas. Al respecto, caben varios interrogantes: ¿El Tolima ha tenido clase dirigente?. ¿Ha existido clase empresarial?. ¿Ha tenido clase política con visión estratégica de desarrollo?.

Valdría la pena que la Academia de Historia del Tolima, y las Universidades locales, profundizaran sobre este polémico asunto. Podríamos aventurarnos a pensar, que de pronto en un corto período histórico más o menos reciente, existió una clase empresarial como tal, desligada de la clase política dominante de la época, iluminada por los ejes promulgados en la Cepal, que implementó cultivos de arroz, sorgo, ajonjolí sin descuidar el café, afianzando la vocación agrícola, sin poder dar el salto a las instancias industriales.

Recordemos que el sector textilero, por ejemplo, lo intentó varias veces con negativos resultados. Mucho menos lo logró el depredador embuste minero.

Cada año es más difícil entonces, encontrar a estas alturas de la globalización, una vocación unificadora de desarrollo regional. No contamos en el reciente pasado, con clase dirigente que avizorará los retos de crecimiento del presente ni el cercano futuro. La mirada sólo alcanzó hasta la década del final del siglo pasado. Quedamos como estamos.

Es justo y necesario, que germine una nueva y joven clase dirigente tolimense, en todas las áreas, incluida la política, que diseñe conjuntamente objetivos estratégicos unificados de bienestar regional, acorde con los avances y retos tecnológicos imperantes. En el Tolima también se puede y se podrá. Por ahora: Feliz Cumpleaños.

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