Periodismo y ética

Camilo González Pacheco

El periodista ibaguereño Hernando Salazar Palacio, bordeando sus primeros treinta años de ejercicio profesional en medios de comunicación nacional y regional –no olvidemos que fue el primer Director de El Nuevo Día, por allá en 1992– acaba de presentar en la Feria del Libro de Bogotá, su obra “Periodismo y Ética”, que él ante todo, considera como un necesario llamado a la autocrítica, “mirarnos al espejo” de periodistas, editores y propietarios de los medios de comunicación, para alcanzar reconocidos niveles de buen y responsable periodismo.

En cuanto a la ética, Hernando la aborda en su contenido conceptual, pero también práctico. La ética, conceptualmente constituye una reflexión sobre los principios morales por los cuales se rigen las sociedades y, por supuesto, las profesiones. En este caso el periodismo.

Ya en el terreno práctico, la ética desciende de las nubes teóricas al análisis y fiscalización de la conflictiva y candente realidad nacional, y regional, para abordar y divulgar temas concretos que levantan ampolla y requieren de periodistas con integridad y valentía. Entre otros, los relacionados con gobernantes corruptos que mienten, roban y hasta asesinan a sus oponentes; los partidos políticos con sus parlamentarios que aprueban leyes en contra del interés público y exigen prebendas y coimas en contraprestación a favores bien prestados; con los jueces venales e ineficientes; con abusos de fuerza de seguridad en materia de derechos humanos o infracciones al derecho internacional humanitario, cuidado y respeto al medio ambiente.

En los anteriores escenarios, y otros propios del ejercicio profesional, Hernando Salazar apoyado en sus maestros Kovach y Rosenstiel, Tomás Eloy Martínez, y la Declaración de Gijón (España), resalta que el buen periodismo, debe orientarse fundamentalmente a la búsqueda de la verdad y su verificación, con todas las caras que presenta en los casos concretos; la defensa del interés público; la actitud fiscalizadora, acompañada inexorablemente del juego limpio e integridad profesional del periodista.

Pero todo no es color de rosa. Hernando también resalta conductas específicas que atentan contra la ética periodista, tanto aquí, allá, como acullá. Para la muestra algunos botones: los intereses y presiones de las fuentes, anunciantes, propietarios de los medios, las autoridades; informar rápido sin total certeza, las ofertas de disimular la publicidad como si fuera información. Y la tapa: los pagos por debajo de la mesa, práctica muy socorrida por algunos personajes en estos lares y en las altas esferas nacionales.

Hasta aquí, algunos de los enunciados claves del autor. El desarrollo, análisis concretos, orientaciones, directrices, consejos y propuestas de tipo profesional, constituyen el cuerpo de la obra, que recomendamos leer en su integridad. Vale la pena. Sobre todo, para aplicarlos y cumplirlos a cabalidad.

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