La Constitución de 1991, desde su preámbulo, que es una declaración de principios vinculante, señala al Estado las metas hacia las cuales debe orientar su acción: garantizar a todos los colombianos, la vida, la igualdad, la libertad y la paz, entre otros valores, dentro de un marco democrático y un orden social justo. Consagró en consecuencia una serie de Derechos Fundamentales a cuyo desarrollo, interpretación y ampliación ha contribuido vigorosamente la Corte Constitucional, centrada en la dignidad humana. La autonomía, el libre desarrollo de la personalidad, la igualdad y no discriminación, no son fórmulas vacuas y vacías. Podemos definir opciones vitales que guíen el curso de nuestra existencia.
No obstante, lo anterior, vivimos turbulencias que amenazan con retrocesos. Un botón de muestra: el decreto que permite decomisar la dosis mínima de estupefacientes para el consumo, vulnera la autonomía personal, la dignidad, el libre desarrollo de la personalidad y, eventualmente, la libertad.
Se ha insistido en que no se sanciona al usuario; que solo se está buscando atacar el microtráfico. Pues bien, ello no resulta cierto. El enfoque de esta normatividad es prejuiciado, discriminatorio y punitivo, dado que se asocia al consumidor con delincuente; se persigue más a los muchachos pobres y de los barrios marginales; se les decomisa la dosis y se les multa; quedan a merced de un agente, que en muchos casos termina maltratándolos o extorsionándolos; se les obliga a recurrir nuevamente a los jíbaros, porque aquí no existe un mercado regulado por el Estado. Libre desarrollo de la personalidad, sí pero escondidos en los baños o debajo de la cama.
Con la táctica del avestruz no se pueden y resolver éste y otros problemas sociales, como, por ejemplo, el de los menores infractores a la ley penal: desconociendo las evidencias médico científicas, los estudios especializados de expertos, las estadísticas de diferentes entidades entre ellas las de medicina legal (que demuestran que el alcohol es muchísimo más peligroso), que obligan a reconocer que el prohibicionismo no funciona; que esta estrategia apuntala al narcotráfico, desencadena ganancias exorbitantes a los capos y al sistema financiero internacional. Que la solución es global.
La única salida posible, entonces, es precisamente cumplir con los mandatos superiores para con los niños, esto es brindarles amor, cuidado, alimentación, educación, recreación. Un país que les dé oportunidades, justo y en paz. Es decir prevenir.
Viene a mi memoria un trocito del poema Anarkos del poeta Guillermo Valencia ¿Quién me dirá si un huevo / es de torcaz o víbora? / La mente no sabe leer lo que en el tiempo asoma; / El hombre, como el huevo, / En nidos de dolor será serpiente, / ¡en nidos de piedad será paloma!.
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