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Es un enigma cómo saldremos de las dificultades actuales, dado que cambiamos la cabalgadura en mitad del tormentoso río. Algunos les apostaron a las reformas, otros a flagrantes herejías. Repasemos algunos apartes del discurso del presidente en la Asamblea de la ANDI:
“La riqueza es el trabajo… Hay actividades que no son productivas pero necesarias para que exista producción, por ejemplo, el comercio, por ejemplo, la banca…, pero estas actividades en sí mismas no son generadoras de la riqueza, son necesarias para la generación de la riqueza, pero el corazón de la generación de la riqueza es la producción…”. No ocultó la prelación que le dará al sector “real”, refiriéndose a las actividades que obtienen provecho directo de la naturaleza, en especial la agricultura; aunque luego precisó que le concederá importancia mayor a la industria, sector que transforma esos “commodities”, generando empleo y riqueza verdadera.
Dos casos típicos: el clúster del azúcar, que arranca en el cultivo de la caña y produce bebidas, confites, pasteles, zumos, postres; o la cadena porcícola que levanta cerdos para transformarlos en jamones, chorizos, salchichas, mortadelas y demás tipo de embutidos, objetivos de su proyecto de reforma tributaria. No ocultó su desdén hacia la banca, el comercio y los servicios, que se limitarían a intercambiar los bienes y el dinero, sin agregar valor. Tampoco hizo alusión a la nueva economía que revoluciona al mundo, la digital. Una concepción decimonónica de la Economía que en opinión de sus cófrades de la izquierda tradicional (docentes, sindicalistas, académicos de universidades públicas) venció en las urnas al clero y la ortodoxia monetaristas.
El sector financiero es la columna vertebral de la economía, pues se encarga de distribuir eficientemente ese factor productivo que el presidente omitió mentar en su discurso: el capital. En Una Historia del Sistema Financiero Colombiano (2015) el propio José Antonio Ocampo reconoce que hay evidencia clara de una fuerte asociación entre ingreso per cápita, crecimiento económico y profundización financiera (crédito como proporción del PIB). Hace 50 años Hernán Echavarría Olózaga denunció que en Colombia el ahorro no se bancariza, lo que nos impide financiar inversiones que generen nueva producción: “En los países de América Latina la clase dirigente tiene predilección especial por la tierra como activo de acumulación patrimonial. Esto ha dado como resultado que buena parte de la tierra permanezca inculta o inadecuadamente trabajada. Esta es sin duda, una de las causas más directas del escaso desarrollo económico y social de los países latinoamericanos”.
Una primitiva caja de ahorros sin cuota de manejo (impuestos), inmune a inflaciones y devaluaciones, que confiere dominio territorial, poder político y estatus de señor y dueño.
Rogamos que estos dos últimos atributos no obnubilen el juicio económico del nuevo ocupante de las sillas doradas.
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