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Para algunos analistas, lo que busca el mandatario es activar las bases petristas que desde ya cierran filas en su defensa, una estrategia legítima de un mandatario que busca consolidar un gobierno de corte progresista en la mitad de su mandato. Los indicios que se presentan y discuten, son varios y vale la pena considerarlos:
- Manipulación pública desde los grandes medios de comunicación que martillan incesantemente en contra del gobierno. Petro, frontalmente señala la campaña de RCN, Caracol y la Revista Semana en su intento de demolición todos los días, a punta de titulares altisonantes y mentiras.
- La decisión del Consejo Nacional Electoral de acelerar la investigación sobre su campaña electoral por violación a los topes de financiación. El presidente, cuestiona la idoneidad e imparcialidad del magistrado de CNE, Álvaro Hernán Prada, uno de los que pide formular cargos en contra de su campaña, por ser del Centro Democrático y tener una investigación penal en la Corte Suprema de Justicia por soborno de testigos en el caso de Álvaro Uribe.
- La obstrucción institucional, reflejada en poderes como el congreso que le acaba de negar la aprobación del presupuesto general de la nación para 2025, buscando obstaculizar la posibilidad de la ejecución de su plan nacional de desarrollo. Se trata de $523 billones que sustentan los gastos de funcionamiento, inversión y deuda del Gobierno para el próximo año. De estos, $12 billones los pondrá la ley de financiamiento.
- El propósito permanente de deslegitimar al gobierno, buscando desacreditar al presidente y a su equipo de gobierno, presentándolo como incompetente, corrupto y falto de legitimidad. En este propósito se combinan estrategias en los medios de comunicación, las redes sociales y campañas feroces por miembros de la oposición.
Cuando el presidente Petro habla de un "golpe blando", se refiere a un conjunto de acciones que, aunque no violentas, buscan crear un clima de inestabilidad, debilitar su gobierno, e incluso, generar las condiciones para su caída. Esta estrategia no es nueva en América Latina, y ha sido mencionada por otros líderes de la región cuando perciben amenazas a su continuidad democrática por vías no convencionales.
Como señala Rodrigo Uprimny: “…Aunque no conozco un texto o un autor que definan adecuadamente qué es un “golpe blando”, la idea esencial es que ahora a los presidentes progresistas no los tumban con un levantamiento militar, como el de Pinochet en Chile, sino que los deponen, a través de los jueces o los congresos, usando medios aparentemente legales, como habría pasado con Dilma Rousseff en Brasil”.
El clima político es tenso y ante estas voces presidenciales del golpe blando, llamando a sus bases a la movilización, se avizora una nueva ola de agitación política que desde ya enciende alarmas y anticipa la campaña electoral del 2026.
Conviene mantener la calma y esperar que se respete la institucionalidad. El gobierno del cambio fue elegido por más de 11 millones de colombianos, hasta ahora va en la mitad de su mandato. La alternancia democrática se define en las urnas y solamente en 2026 sabremos si el progresismo mantiene el poder o regresa la derecha al ejercicio del gobierno.
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