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Fue un ejercicio interesante que me permitió conocer a fondo lo mal orientada que estaba la política pública agrícola del país, el exceso de normas que la rigen y lo politizada que estaban sus entidades. Desafortunadamente, el diagnóstico y las recomendaciones que hicimos para sanar esos males no fueron tenidos en cuenta.
Hoy, cuatro años después, el gobierno Duque, está entregando un sector agropecuario con un PIB del -3.3%; un sector rural con una pobreza por encima del 44% y una financiación de la producción agropecuaria que no supera el 7% en la distribución de la cartera comercial bancaria del país.
Pero aquí no venimos hablar de los errores y fracasos del pasado, sino del futuro de nuestro sector agrícola. De ver cómo podemos ayudar al gobierno entrante a construir una política pública que ayude a los productores y empresarios del campo a eliminar los factores que les impide ser más productivos y competitivos; de como convertir el país en un referente de la agricultura sostenible y en cómo implementar estrategias que permitan producir el doble de alimentos con la mitad de recursos.
¿Cómo hacerlo? Tal cual como lo hicieron los países que hoy ocupan los primeros lugares en el ranking de la productividad y exportaciones de alimentos del mundo. Es decir, con mucha biotecnología agrícola, transferencia de conocimientos en buenas prácticas agrícolas, mecanización de cultivos, financiación y cobertura de riesgos. Se trata de aplicar aquella famosa frase del premio nobel de economía Milton Friedman, que decía “copien lo que los países ricos hicieron para hacerse ricos, no copien lo que hacen ahora que ya son ricos”.
En ese sentido, deberíamos mirar, por ejemplo, cuáles fueron los factores claves que incluyeron los españoles en la Ley 87/1978, para lograr que su sistema de seguros agrarios combinados sea uno de los mejores del mundo. El que tenemos en Colombia, es un híbrido de varios esquemas de seguros que en vez de asegurar riesgos está asegurando siniestros.
De igual manera, deberíamos copiar el sistema de crédito brasilero que implantó la expresidente Dilma Rousseff en el 2014, cuando le asignó a cada subsector agropecuario un cupo de financiamiento de acuerdo a las proyecciones de crecimiento e inversión que acordaba el gobierno con los respectivos gremios.
Los recursos de subsidios de tasa de interés a plazos de 12 años, los orientaron a inversiones en sistemas de riego, energías renovables, biotecnologías, maquinaria agrícola, infraestructura de almacenamiento y transformación, silvopastoreo y cultivos de tardío rendimiento.
Otro tema importante para copiar de estos países, es la categorización de sus productores. Los individuales y los asociados en una cooperativa. A estos últimos, por tener una economía de escala, les asignan más incentivos, ayudas y subsidios en el costo de las pólizas de seguros agrarios, en las coberturas de precios futuros y las tasas de interés de los créditos. Acá, como buenos ‘chibchas’, tenemos una excesiva categorización de productores de acuerdo a las condiciones sociales, geográfica, orden público, cultural y sexo, y los subsidios se entregan de manera arbitraria y con criterios políticos. Continuará.
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