Dos casos clínicos de grandes autores de la literatura universal. Miguel de Cervantes Saavedra en su Don Quijote de la Mancha hace alusión a la enfermedad y la medicina. Al parecer estaba bastante familiarizado con el tema. Su bisabuelo Juan Díaz de Torreblanca era bachiller médico y cirujano con ejercicio en Córdoba; su padre Rodrigo de Cervantes era cirujano-sangrador, y su hermana Andrea de Cervantes era enfermera. Cardenio “el Roto” es un personaje que sufre un trastorno mental por causa de un desengaño amoroso: “desde el punto que supo que la hermosa Quiteria se casaba con Camacho el rico, nunca más le han visto reír ni hablar razón concertada, y siempre anda pensativo, triste, hablando de sí mismo, con que da claras y ciertas señales de que se le ha vuelto el juicio. Come poco y duerme poco” En una ocasión “estando Cardenio en lo mejor de su plática, paró y enmudeciese, clavó los ojos en el suelo por un buen espacio sin mover pestaña y otras veces cerrarlos apretando los labios y enarcando las cejas, fácilmente conocimos que algún accidente de locura le había sobrevenido. Se levantó con gran furia del suelo y arremetió con el primero que halló junto a sí; con tal denuedo y rabia que, si no le quitáramos, le matara a puñadas y a bocados. Luego se apartó y huyó”. El diagnóstico de Cardenio era el de una depresión severa con episodios de histeria.
En las ‘Memorias de Adriano’, su autora Margerite Yourcenar trae en su primera página la queja del emperador Adriano: “He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad… es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de Hermógenes sólo veía en mí un saco de humores, una triste amalgama de linfa y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero fiel, ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz. Amo mi cuerpo; me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los cuidados necesarios”. Diagnóstico: insuficiencia cardiaca congestiva.
En próxima columna traeremos otros casos clínicos protagónicos según reconocidos escritores.
NOTA: Felicitaciones a Jorge Torres Rojas por los treinta años del periódico Actualidad Tolimense.
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