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El discípulo muestra y propone la obra de su Maestro. El capítulo décimo del evangelio según san Mateo, plantea el discurso de la misión. Al Salvador del mundo se le ocurre, dejar en claro: cuál es la misión de un discípulo. Cuál es el comportamiento de un discípulo. El pensamiento del Nazareno es taxativo en su forma de llamar a hombres y mujeres, para que cumplamos una misión al interior de su Reino.
Un maestro de la ley le propone a Jesús que lo quiere seguir. La respuesta no se deja esperar: “El hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza. Dejen que los muertos entierren a sus muertos.” (Mateo 8, 20-22).
La mayor exigencia de un discípulo es el camino de la Cruz. (cf. Mateo 10,38). La gloria, la esperanza y el sacrificio.
En la Sagrada Escritura están contenidas una buena cantidad de máximas, que nos permiten saber con toda claridad el querer y el deseo de Dios, para todas aquellas personas que deseen ser sus discípulos, sus apóstoles, sus misioneros, sus excelentes parroquianos.
Un cristiano debe ser una persona que irradie mucha energía a los demás. Una persona de testimonio. Una persona que convence con la grandeza de su corazón, con la abundancia de sus sentimientos, con la nobleza de sus ideas. La misión que cada persona pueda realizar en su vida, depende esencialmente de su experiencia de Dios, de su conversión personal, de su perseverancia, de su profundización en el mandato de Jesús de Nazareth: El apóstol muestra la gloria y la redención del Señor.
Un gran apóstol es alguien que piensa más en la obra que está realizando y no tanto en su propio ser. Vive de la obra del Señor, se realiza a través de las Palabras del Maestro. Un apóstol no necesita tantas comodidades. Necesita que su corazón esté lleno del Espíritu Santo. La clave de su apostolado es la generosidad de corazón. Toma la cruz de su Maestro y lo sigue.
El modelo perfectísimo de un apóstol es Jesucristo: él mismo continúa la obra de la perfección que su Padre celestial le enseñó. Él mismo es consciente que su misión no es otra que la que le enseñó su Padre celestial: “Aquí estoy oh Dios para hacer tu voluntad”. (Salmo 39).
Cuida tu salud: La medida del amor para seguir al Maestro es una entrega sin límites.
Tomada de www.servicocatholicohispano.wordpress.com - EL NUEVO DÍA
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