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Probablemente el más grande salto del progreso de la historia de la Humanidad se llame la Revolución Industrial. ¿Qué fue lo que pasó? Que aparecieron poderosísimos motores, de distintos tipos, que se les aplicaron a las herramientas y convirtieron en máquinas a las herramientas.
Y, entonces, a la fuerza natural de los seres humanos o de los ganados apareció la fuerza inmensa de estos motores, y la producción y la productividad se disparó en proporciones descomunales. Como consecuencia de esto el progreso de la Humanidad, la cantidad de bienes y de servicios que aparecieron es incalculable. Los ingresos de toda la población aumentaron muchísimo, aun cuando no desaparecieron las desigualdades sociales. Pero el progreso, repito, fue supremamente grande.
Y ese progreso material y social condujo hacia avances políticos inmensos. La democracia que hoy conocemos, sustituyendo a los horrores de las monarquías feudales, está vinculada a estas transformaciones de aumento de la productividad del trabajo, tanto en las faenas urbanas como en las faenas rurales.
El gran subdesarrollo de Colombia es, entonces, el gran subdesarrollo de su industria, de su industrialización, de su productividad del trabajo. Miren ustedes las cifras: un colombiano promedio produce 6.000 dólares de riqueza al año, los países desarrollados están de 35.000 hacia arriba, los gringos con 65.000, todo montado sobre el desarrollo industrial y agropecuario, porque al agro también le han aplicando la industrialización.
En 1990, en Colombia, se planteó que las condiciones de la economía nacional no eran las mejores, cosa que era cierta –pero había unos ciertos niveles de desarrollo– y que había que cambiar las cosas. Y empezó la apertura. Algunos advertimos, desde que empezó la apertura y después los tratados de libre comercio, que eso no iba a ser un salto hacia adelante, sino un salto hacia atrás, que nos iban a destruir la economía agraria y la economía industrial, como efectivamente ha sucedido a lo largo de todos estos años. No es sólo el agro el que ha sufrido tanto como se sabe, sino que la industrialización, la industria, también ha sufrido un retroceso bien notable en estos últimos años.
Porque lo que ha pasado no fue que Colombia invadió el mundo con sus productos de exportación, sino que los productos extranjeros, importados a Colombia, desquiciaron el agro y desquiciaron la industria, como se sabe. Las importaciones agropecuarias ya van en 14 millones de toneladas y las industriales son enormes también (1). Ahí está otra vez en crisis Coltejer, una industria que fue insignia de los textiles en Colombia y está en una crisis profunda, y la situación de los confeccionistas es dramática, aplastados bajo el poder de las inmensas importaciones asiáticas, que Duque permite que entren como sea.
Y ahora, en este momento, hay una gran controversia. Qué va a pasar con el acero. Colombia tiene una industria del acero, pero aquí hay fuerzas que están presionando muy duro para que se faciliten todavía más las importaciones. No pudieron acabar con el acero nacional a partir de la apertura y entonces ahora quisieran como darle el putillazo. Yo le llamo la atención al gobierno del Presidente Duque, no sigan destruyendo la industria nacional, hagan las adecuaciones que haya que hacer, pero a partir de mantener viva la industria del acero y de las confecciones y del calzado. Sin industria no es posible el progreso del país.
Los colombianos, todos, nos debemos unir en esa idea, Colombia necesita una política industrial, entender que sin industria no hay desarrollo y que hay que hacer todos los esfuerzos, de todos los órdenes, para que esa economía industrial se consolide y se desarrolle.
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