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Es obvio que muchos jóvenes no habrían votado por Petro si hubieran sabido que sería él quien tramitaría esta reforma retardataria, la misma que el FMI y el Banco Mundial no lograron coronar con los anteriores presidentes de la República. Cuántos de los jefes del petrismo se convirtieron en líderes de los trabajadores por oponerse a esa idea que con razón, durante muchos años, tildaron de neoliberal.
Esto además sucede en medio del espectáculo bochornoso de tener que ver el entusiasta respaldo a esta reforma de la alta burocracia sindical petrista, encabezada por la ministra de Trabajo, quien llegó a ese cargo por su activismo sindical y promueve este engendro con una realidad poco conocida: por su edad y semanas cotizadas, ella no perderá ninguno de sus derechos pensionales.
En mi caso debo decir que esta reforma no me hace ningún mal. Porque adquirí el derecho a pensionarme con las normas de 2005, luego de ser, durante 26 años, profesor de tiempo completo en la Universidad Nacional de Colombia. Pero no seré yo quien, por alguna prebenda del gobierno, asuma la conducta del esquirol que respalda el maltrato a los trabajadores que lo eligieron y dice representar, porque a él no lo toca.
El umbral de los 2,4 salarios de ingreso significa que de esa suma en adelante se reducirán los derechos pensionales de los trabajadores, incluido obligarlos a afiliarse a los fondos de privados de pensiones, lo que hoy no es así, donde tendrán derechos inferiores a los de Colpensiones. Garrote por punta y punta a quienes tratan como si ganaran en exceso.
La reforma además hace daño porque reduce la capacidad de compra y de venta de la economía nacional, generando más desempleo, lo que también lesiona al país de otras maneras. Porque reducirá el interés de los jóvenes por educarse a más altos niveles y por hacer carreras más exitosas en las empresas donde laboran o como trabajadores por cuenta propia. Y los presionará más a abandonar a Colombia y a irse a vivir a países que les remuneren mejor sus trabajos, una de las peores tendencias contra el progreso del país, así haya un pacto neoliberal para restarle gravedad a esta verdad.
Y no hay que dejarse confundir con la demagogia de Petro de que este golpe a los asalariados se justifica porque con esa plata de les dará un auxilio de menor cuantía a unos colombianos. Porque esa transferencia puede financiarse de otra manera, como pagarla de los 2,1 billones de pesos anuales que su reforma tributaria –también aupada por el FMI– les impuso a los alimentos de los colombianos, recaudo que además no se usa para financiar campañas educativas por una mejor alimentación y tratar la obesidad.
Coletilla: Constituye un ridículo de talla universal que Gustavo Petro abuse de su poder presidencial para declarar día cívico nacional la fecha de su nacimiento. Cuánto narcisismo y cuánto lo disfrutarán los creadores de humor. Pero lo peor de este disparate de descarado falso ambientalismo es que así glorificó un alzamiento armado que absolutamente nada bueno le ha dejado ni le dejará a Colombia y que sí le ha provocado inmensos e irreparables daños.
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