La democracia marrullera tiene sus días contados

libardo Vargas Celemin

La carrera en que ha entrado la práctica politiquera duele y asombra por su avance incontenible y el refinamiento de sus formas.
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De la antigua costumbre de repartir mercados gratis o comprar directamente votos, se ha pasado al espionaje tecnológico, las chuzadas, la violencia contra candidatos, la aparición de personajes siniestros como J.J. Rendón, invitado por el uribismo para sembrar mentiras en los oídos de miles de colombianos y engañarlos con el “Castro Chavismo”, que no existe, más que en sus mentes para sembrar terror y miedo contra el comunismo. La tecnología mal direccionada, y la creación del Márquetin Político y su ejército de bodegueros para denigrar y acabar con las discusiones ideológicas y políticas, es el mecanismo que le ha restado importancia a la participación del elector primario y al trabajo con las bases.

La doble moral que asumen los dirigentes de la derecha y sectores de la prensa no tiene límites. El cinismo y la mezquindad hacen parte de sus tácticas. Un solo ejemplo, días antes del escándalo de los “videos”, el uribista y señalado paramilitar José Félix Lafaurie, pregonaba que la hora de Petro había llegado a su fin, porque se habían descubierto unas supuestas prácticas criminales cometidas por la campaña del Pacto Histórico. Uno se pregunta ¿cómo obtuvo esta información? ¿No será que tuvo alguna participación en su diseño? Además, todas las campañas tienen su grupo de asesores y publicistas. ¿Por qué la Fiscalía no ha hecho seguimiento al trabajo de todos los otros candidatos?

Otra pregunta: ¿Por qué la revista Semana y sus productos se ensañaron contra Petro? Daniel Coronel, en su columna (12 de junio) nos ilustra. La familia Gilinski propietaria de Semana en su afán por quedarse con las empresas del grupo GEA, se dedicó a explorar la posibilidad de contar con presidente propio. Primero ensayaron con Tomás Uribe, pero no los convenció, después Zuluaga, tampoco y Francisco Gutiérrez, les falló. Por último, solo les quedó el histriónico de Piedecuesta. Pero mientras llega a su hipotética posesión, los Gilinski debían asegurarse, para  poder sacar avante las primeras negociaciones, por eso pactaron con Iván Duque para que se pusiera de su lado en las negociaciones y le allanara el camino para la familia más poderosa del país. Duque delegó la participación directa al Superintendente Financiero, Jorge Castaño. Hace tres días, Rodolfo Hernández, nombró su Ministro de Hacienda y aunque no lo conoce, da por cierto este nombramiento porque es la forma de pagarle a Semana, los favores recibidos.

Pero estamos seguros que eso no va a suceder, porque millones de colombianos queremos el verdadero cambio, sin soberbia, ni venganzas, pues solo nos interesa construir un país en paz, sin hambre y una nueva democracia sin privilegios.

 

LIBARDO VARGAS CELEMÍN

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