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La carrera artística de muchos años de este interprete se inició tocando las campanas de la iglesia de su pueblo y más tarde lo llevó a la aventura de recorrer un país incendiado por la violencia bipartidista, mientras su voz le cantaba al amor y al despecho, sin otra pretensión que la de desahogar el dolor producido por un fracaso, una partida, la soledad persistente y la nostalgia
A su paso por pueblos y ciudades Oscar conoció a otros cantores que iluminaban escenarios y con quienes compartió tarimas, hermanados por una pasión de identidad latinoamericana. Hizo amistades con ídolos del momento y aunque no era compositor, supo seleccionar las canciones y los ritmos que hoy perduran. Se paseó por el tango, los boleros y las milongas. Fue responsable de conquistas, reconciliaciones y despedidas. Todavía se escucha, al pasar por los bares y tabernas, a los contertulios gritar con sentimiento esa oda a la lealtad y a la amistad que en la voz de Agudelo nos renueva parte de esa infancia ya perdida.
Mendoza Carmona, quien ya había escrito una novela corta: “Ahora vengo yo” a partir de la letra de una salsa de Richi Rey, asume esta vez el reto de lograr en pocas páginas el perfil del hombre que ha hecho beber, cantar, y llorar a muchos seres que encuentran en su voz el acicate o la frustración de sus vidas.
“Querido amigo quisiera” es un homenaje a Oscar Agudelo Márquez, sin embargo, su historia se eclipsa con la tragedia de Cuervo, un compañero suyo que extravió su futuro en las drogas y el licor y de Marcela, su amante, que lo busca para perdonarlo y vivir juntos al final del camino. La ficción se cierra como si Oscar hubiera sido el protagonista de la historia que cuenta la canción. Va al hospital, pregunta por su amigo y al llegar al cuarto solo encuentra esa “cama vacía” que todavía hoy vibra en las cuerdas vocales del cantor de Herveo.
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