El Presidente Petro no pasa por buenas semanas. Su reforma a la salud, los ataques a la Fuerza Pública, los paros mineros en Antioquia, los desatinos de las ministras de salud y minas, el invierno, la salida de tres ministros y algunos viceministros, la paz total y los golpes asestados por quienes él mismo ha querido se vinculen a este proceso, los señalamientos a su hermano y esposa, las declaraciones de la vicepresidenta, pero sobre todo, el dolor profundo que le ha provocado la dura situación por la que pasa uno de sus hijos y ha salpicado su campaña, ejercicio de poder y toda su familia, me apena por él.
Qué piensa un niño a los 6 años en Cajamarca Tolima, cuando el país y nuestro departamento pasaban tal vez, por la época de terror más fuerte que se tuvo en el siglo XX. Qué piensa alguien de un municipio que en esa época era lejos de Ibagué, y ni qué decir de Bogotá, con carreteras estrechas, caminos sin mayor atención, pero cuyos ecos de la violencia tocó con fiereza.
¿Nos hemos preguntado alguna vez si la naturaleza es de izquierda o derecha? Por supuesto que no, pero la izquierda sí se ha apropiado de ella por medio de verbos como: proteger, conservar y toda la narrativa que, incluso, va en contra del consumo de animales, por el contrario, humanizándolos. Pero, ¿hemos pensado en realidad cómo se comporta la naturaleza?
En los albores de los 90’s, Ibagué se estremeció por un accidente horrible. Una mula como le conocemos, un camión grande, bajando hacía el corregimiento de Coello en la vía a Cajamarca, perdió sus frenos encontrándose en su camino de destrucción con un jeep de línea, sus ocupantes murieron en una escena dantesca.
En los albores de los 90’s, Ibagué se estremeció por un accidente horrible. Una mula, como le conocemos, un camión grande, bajando hacía el corregimiento Coello en la vía a Cajamarca, perdió sus frenos encontrándose en su camino de destrucción con un jeep de línea, sus ocupantes murieron en una escena dantesca. Al cabo de mucho tiempo en esos procesos que duran décadas, se decidió reconocer una indemnización más alta por los adultos que por los niños que allí iban, la discusión no fue menor, en últimas, los togados advirtieron que los infantes eran una expectativa, los adultos eran una realidad y, por ende, se podrían cuantificar sobre lo que producían al momento de la fatalidad y proyectarlo frente a la expectativa de vida. Los niños eran para los jueces, gastos al momento de la fatalidad. Este doloroso relato me parece válido para explicar lo que ocurre por estos días con el peso colombiano respecto del dólar, y las muchas voces que piden se equipare nuestra moneda y así, nuestra economía no siga perdiendo velocidad, y que la inflación, que es lo más parecido a una diabetes, siga destruyendo el tejido empresarial y el poder adquisitivo de cada colombiano que habita este territorio. ¿Es válido pues, equiparar el peso al dólar? en principio suena bien, pues de la noche a la mañana y de un solo plumazo, nuestra moneda sería fuerte, se generaría una efímera confianza interna, por cuanto empezaríamos a gastar (palabra que gusta mucho por estos días), sin mayor esfuerzo en el ingreso, pues sería el mismo, generando una ficción y en últimas, no estaríamos creciendo en ingreso sino en gasto. Pero el tema va más allá de esta ilusión digna de Esopo y su lechera. Dos décadas después de que en Ecuador se “dolarizara” la economía no pasa por buenos años, no solo es una reforma constitucional, es toda una serie de acuerdos que deben respetarse: disciplina fiscal, fortalecer los acuerdos comerciales, ser productivos, entre otras que, al día de hoy, le han hecho perder competitividad al “dólar” ecuatoriano. Argentina con Carlos Menem decidió empezar con bríos su década del 90. Rebautizaron su moneda llamándola de nuevo peso y le asignaron el mismo valor del dólar, movidos por una euforia peronista. Los resultados a hoy; un peso argentino equivale a 0.0078 centavos de dólar, casi vale lo mismo un peso al papel en que lo imprimen. No podemos dejar pasar estas lecciones para concluir que no es posible, nuestra realidad es distinta a la de un país con moneda de reserva como EE. UU. En resumen, no hay confianza en nuestra moneda, hay incertidumbre, los mercados son entes que buscan eficiencia y lógica, y las declaraciones de una Ministra de Minas sin ningún conocimiento, pone nerviosos a los mercados pues lo que más genera dinero a Colombia, mañana no lo será. La fortaleza o debilidad de una moneda funciona sobre las expectativas, si persiste la preocupación sobre el futuro del mundo y más en nuestro país y región, es posible que la divisa estadounidense siga subiendo. Las profundas depreciaciones de las monedas de Argentina, Chile y Colombia no son una excepción, la región se ha devaluado un 5 %, pero en Colombia, ya vamos por el 14 %, esto debe preocuparnos y mucho más cuando ya advirtieron que estamos en la lista de las 25 economías que podrían entrar en “default” o que sus gobiernos podría hacerlo como Argentina hace años. Colombia es la tractomula y el conductor perdió los frenos porque no los quiere usar, cada funcionario acelera en bajada y el desastre se repetirá, y terminarán pagando por décadas hijos nietos y bisnietos. Queremos ser como el vecino y nos compramos el mismo carro, viajamos al exterior como el vecino y pusimos a nuestros hijos en el mismo colegio del vecino, todo con los mismos ingresos de antes, pero pasamos por alto que el vecino y su familia, generaron más ingresos que gastos, pues nos gusta más el resultado que el proceso.
Ya pasó la primera vuelta y sucedió que Colombia se encuentra con un ánimo renovado, tiene esperanzas y explico por qué: si Petro hubiera ganado, su capital, su casa, su empresa valdría un 30 % menos al día de hoy, una total destrucción de capital humano y físico.
Situémonos en el vórtice del agujero negro, ahí vemos a Petro de pie en el preciso canto entre el anillo de luz y el disco negro que se le conoce recientemente como “horizonte de sucesos u horizonte de eventos”. Se trata de un punto de no retorno, pues allí ni la misma luz puede escapar ante la gravedad que produce un agujero que todo lo consume y absorbe de una manera tan salvaje que el mismo espacio se curva tal como lo predijo en su momento Einstein.
A inicios de los 90´s, conocí un caso que recordé para escribir esta columna. Una familia estaba pasando malos ratos por cuenta de una quiebra económica, habían perdido todo. En este desespero, la mamá reunió a la prole y les dijo: acá hay que recortar, estamos pagando mucho por servicios, debemos apagar luces, no encender televisor, en fin, vivir en la caverna. Asustados todos, y viviendo en casa de un pariente que los acogió por unos meses, pensaron si esa era en verdad la solución, sin embargo, en un acto de sensatez, uno de ellos dijo: acá lo que hay es que producir! Algo pasó: pusieron una tienda, un negocio de comidas rápidas, y otros pequeños comercios.
Al presidente Duque le pasó lo que dijo Humberto de la Calle: “se ganó la rifa y con ella el tigre”. Esto le habría pasado a él o a cualquiera, pues resultaba insostenible para Colombia y América Latina el estallido social que se ha dado y más cuando nuestro país es la cereza del pastel de toda la izquierda y su ya conocida táctica de combinar todas las formas de lucha.
Lo primero que tenía que hacer cada día de lunes a viernes era consignar el producido del día anterior de la empresa donde trabajaba, los bancos estaban ubicados en el centro de Ibagué, las colas eran interminables así que tomar una buena ruta era importante, procurando con ello obtener un buen puesto en la fila.