¡Se es… o no¡

Mario García Isaza

“No todo el que me dice: Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre” (Mth., 7,21) “Verbum laudatur si factum sequatur” (Es aceptable lo que se dice, si los hechos lo respaldan).
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Monseñor Joseph Nawmann, Arzobispo de Kansas, le ha pedido al recién elegido Joe Biden que no continúe presentándose como católico. Otros prelados han hecho lo propio; y Monseñor José Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, ha manifestado su preocupación, y afirmado que Biden causa desconcierto, perplejidad y desorientación en la comunidad católica. 

Y es que el presidente norteamericano se declara católico ferviente; en su discurso de posesión trajo a cuento a San Agustín, juró sobre un viejo ejemplar de la Sagrada Biblia e hizo alusión a la doctrina social de la Iglesia, y ya colgó en su despacho una gran fotografía en que aparece saludando al Papa Francisco. Pero a lo largo de su campaña se manifestó reiteradamente en favor de las políticas abortistas; y casi de inmediato tras su posesión, firmó, entre sus  primeros decretos, la revocación de la norma que prohibía que el Estado financiara las oenegés que promueven el aborto; norma establecida desde 1984 bajo el gobierno de Ronald Reagan durante la conferencia de las Naciones Unidas en México, que tiene como base la llamada enmienda Helms, que establece que: “no se pueden utilizar fondos de asistencia extranjera para pagar la realización de un aborto”,  y que el presidente Trump había defendido; quiere decir que Biden  pondrá desde ahora al servicio de las agencias abortivas los dineros de los contribuyentes; y que dichas agencias de muerte volverán a recibir a raudales los fondos que emplearán en sus campañas de genocidio infantil. 

Para dar sólo unos datos: la IPPF (Federación Internacional de Planificación Familiar), poderosísima impulsora de los planes abortistas en el mundo, había dejado de recibir, gracias a la norma en cuestión, la suma de cien millones de dólares; y a la agencia abortista que en Colombia se disfraza bajo el nombre de Profamilia, según su directora ejecutiva, señora Marta Royo, habían dejado de llegarle un millón doscientos mil dólares… Ahora, gracias a la medida adoptada por el señor Biden, contarán de nuevo con semejantes capitales para poder matar más inocentes.

Es ineludible hacerse la pregunta: ¿puede declararse católico quien da semejante apoyo al crimen del aborto? Y más insoslayable aún resulta la respuesta: ¡no! Quien es católico tiene que adherir a los principios básicos de la moral cristiana y respetar la ley de Dios; y ésta, en lo relacionado con la vida de todo ser humano no admite duda alguna, está consignada lapidariamente en el “no matarás” del Decálogo. No es uno católico por lo que dice; lo es por lo que hace. Y la incontestable incoherencia entre la profesión verbal de catolicismo y el favorecimiento del infanticidio masivo, resulta de verdad abominable. Tienen razón los Prelados: deje el señor Biden de presumir de católico. Se es, y entonces se respeta la ley divina, o no se es.

Está, en el fondo de todo esto, el trascendental asunto ético y doctrinal que nuestra fe nos pide encarar; y a la luz del cual el comportamiento de muchos de nosotros resulta totalmente inadmisible.

Mario García Isaza

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