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Es innegable que muchas cosas cambiaron y siguen cambiando en la cotidianidad por esta pandemia que completa ya dos años y pareciera una especie de leviatán que muta, exacerbando eso que Han describió como individuos aislados que de a poco pierden el alma y el sentido de comunidad, sin “un nosotros capaz de andar en una dirección o emprender una acción política común”.
La hipercomunicación digital ha generado una conectividad extrema que da una falsa ilusión de cercanía con los otros, pero que en realidad los mantiene aislados porque con tanto ruido, mensajes y estímulos producidos al mismo tiempo, resulta un pandemonio donde mueren la reflexión y el pensamiento crítico, para quedarse solo con aquellos estímulos que corresponden a nuestros propios pensamientos, intereses, creencias y miedos. Un círculo vicioso de encerramiento laberíntico o ensimismamiento, sin espacios para las contradicciones o diferencias.
Por eso, a modo de reflexión en este momento particular con un crispado ambiente electoral en marcha, es casi un deber moral escribir sobre alternativas que puedan contribuir a un solaz espiritual y mental para asumir las circunstancias con menos pesadumbre, más tranquilidad, ejercitando la reflexión, el análisis y no permitir en exceso el control de parte de una sociedad desesperadamente consumista y acelerada, impulsada por grupos de interés y élites, que estimulan solo nuestras emociones.
En ello, puede contribuir enormemente leer, conocer y acercarse al Ascetismo, que no es para nada austeridad. En palabras de la experta Mauti Laurrauri las dos propuestas parecen tener un aspecto de vida dura por acción o por elección, pero la diferencia es que si la austeridad es elegida es ascetismo, por ser un ejercicio mental y personal para llevar una vida con menos consumo y frenesí. Claro que no se puede pensar solo en la concepción ascética cristiana de renuncia a todo lo material como Simón el Estilita que se subió a vivir a una columna durante más de 30 años para ganarse el paraíso en el más allá, y no para mejorar su vida aquí; pero el ascetismo es más que eso, porque es una invitación a ejercitarse para vivir mejor sin tanta carga ni imposiciones y con una maleta más ligera, sin radicalismo ni extremismo. Es decir, ejercicios mentales y espirituales sobre formas de comportamiento y hábitos.
Séneca lo explicaba muy bien con el ejemplo que se sale a correr a fondo, se llega agotado, pero antes de salir se da instrucciones en la casa para organizar una mesa con mucha comida y bebidas; al llegar, en vez de comer todos esas delicias, la persona se satisface con agua fresca, pan y reparte lo demás entre los de la casa y sus criados. Lo hacía para demostrarse así mismo que era capaz de contenerse y vivir con poco, ser feliz y así los poderosos no lo obligarían a hacer aquello que él en su convicción profunda no quisiera. No se pensaba en un sacrificio para ganar la vida eterna, si no para probarse que siempre tendría una independencia material para que no se le obligue, chantaje o compre por la necesidad de saciarse. Es decir, un ejercicio de austeridad, en verdad el ascetismo.
Marco Aurelio, daba un ejemplo espléndido -muy para estos tiempos- que seguramente todos hemos vivido: “Cuando sales por la mañana a la calle, ten en cuenta que te vas a encontrar a un cretino(a) envidioso(a), un imbécil, una persona mala leche que van a intentar arruinarte el día que las cosas que te digan o hagan, tú ya lo sabes. Por lo tanto, que no lo consigan”. Hay que hacer el esfuerzo mental para prever que vas a encontrarte esas personas y por tanto hay que organizar la mente para ser más inalcanzable a sus intentos.
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