En la ciudad del caos

Nelson Germán Sánchez

Ya no interesa ni a qué horas ni por donde vaya o cual vía utilice. Ibagué está hecha un caos vial. Los atascos, trancones, ‘tacos’ o como se les quiera llamar son pan de cada día y parte ya del paisaje de la ciudad. Situación que sin duda se ve agravada por el pésimo estado de las pocas vías principales, los cráteres aquí y allá que deben esquivarse, la falta de señalización y la mala conducta de los usuarios de las vías.
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Es cierto, y un hecho inocultable, que ha faltado en los últimos 20 años una adecuada inversión en el mantenimiento de las pocas vías que existen y que en su gran mayoría ya cumplieron su vida útil en cuanto a pavimento se refiere y que muchas se hunden y colapsan por causa de las redes hidrosanitarias que ya tienen más de 50 años de uso.

Igualmente, que la ciudad ha crecido en su zona urbana con nuevas soluciones de vivienda y puntos comerciales, así como en la venta de vehículos. A propósito de esto último ¿cuántos se pueden vender al día en Ibagué en promedio? Unos diez, seguramente. A ese ritmo si habrá espacio para tanto carro en semejante trancón que es Ibagué hoy.

Pero volvamos a las vías. Según los propios informes públicos de la Alcaldía municipal del año anterior, por lo menos el 60 por ciento de las calles de Ibagué están deterioradas; de los 540 kilómetros que aproximadamente existen, más de 310 kilómetros no están en óptimas condiciones para transitar, lo que sin duda contribuye más al caos vial.

Mientras, las improvisadas y ‘rapiditas’ salidas aplicadas por la Administración municipal actual para solucionar ello no parecen ser un remedio si no un estímulo más a esa enfermedad; emulan más la práctica del juego de alargue y resistencia como para “normalizar” o “naturalizar” el problema, que no quede más remedio que quejarse pero aceptarlo; muy de la estrategia del aplacemos y aplacemos para que los términos se venzan y no responder por los actos indelicados contra los bienes públicos sagrados, no sé por qué.

Por ejemplo, con el “novedoso” pico y placa de hoy, lo único conseguido hasta ahora es que la congestión vial se haya ampliado en horario y comience desde las 5:30 de la mañana o antes de las 6, cuando los vehículos se ‘apeñuscan’ en las principales avenidas con padres que quieren dejar a sus hijos en el colegio anticipando la hora de entrada, lo mismo que a sus esposas o esposos que inician jornadas a las 7, para logra parquear el carro a las 6 en punto al pie del lugar del trabajo o donde desarrollarán las actividades de ese día.

Lo cierto es que con ese pico y placa a la movilidad sobre la Quinta no se ve ninguna mejora, ni en la avenida Ambalá, la Pedro Tafur, la Guabinal o la vía a Picaleña; en la Ferrocarril como toda la vida, hay un poquito más de fluidez que en todas las demás. Y llegar o salir del Centro sigue siendo el mismo despelote en horas pico y no pico.

Nelson Germán Sánchez.

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