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Es claramente identificable desde la comunicación estratégica la construcción de los escenarios que se planearon para atacarlo en la imagen, pero los tiempos y la táctica fue fallida, tal vez por el afán y el desespero.
Por tanto, los resultados que hoy se advierten han sido contrarios a lo esperado, porque las acciones fueron equivocadas, la observación de la realidad para consumar los hechos desacertada producto de tal angustia, y no se leyó bien el momento en que se percibió la enorme embarrada del candidato con la visita de su hermano a la Picota.
Fallaron los tiempos, repito, porque accionaron con demasiada antelación impulsados por la coyuntura, dejando margen a la reacción de Petro para explicar, reconocer errores, controvertir y bajar la presión; así como que el desarrollo de los hechos fuera impredecible –la no versión del ‘Pollo’ López, por ejemplo, que se daba por hecha-, lo mismo que lo de las supuestas visitas recientes de Córdoba a narcos y paracos, que contribuirían a un mayor impacto sobre el imaginario de un injustificado perdón a corruptos, narcotraficantes, paramilitares y guerrilleros y, por ende, a subir la indignación general para frenar la favorabilidad y apoyos ciudadanos en seco a ese candidato.
Lo cual parece no suceder si no estar generando la reacción contraria, la de martirizarlo, volverlo el perseguido de élites, de los de siempre que no quieren cambios ni mejoras generales y por eso le fabrican trampas al ‘pobrecillo’ hombre.
Es decir, están empujando a Petro mucho más cerca de convertirse en Presidente incrementando el llamado efecto teflón, del mismo que gozó Uribe por muchos años (que entre más mal se hablará de él y más escándalos tuviera, más ídolo se volvía porque supuestamente fue el único capaz de plantar cara a ese enorme monstruo enemigo de Colombia llamado guerrilla), ahora es Petro que recibe ese efecto de ‘todo resbala’, porque para muchos pareciera ser quien representa un salir de lo actual, un luchador contra quienes causaron la ruina, de eso que a millones ya hastió y además no representa lo tradicional, ni a los políticos de siempre ni los partidos de antaño. Es decir, un cambio de imagen, fondo y forma en la política. Sea cierto o no.
La ventaja de Petro también radica en que quienes promueven y azuzan discusiones desde la guerra política-propagandística vs la realidad cotidiana, ya no cuentan con fervor popular ni representan novedad por su historia personal, pasado, ejecutorias o compañías dudosas, por poca pulcritud, decencia pública ni peso moral o referencia ética.
La verdad es que lo que vemos hoy es una pelea gatillera por el poder, donde todo vale, y de un lado y otro se acompañan de caciques políticos, expresidentes desprestigiados y de los máximos responsables en lo público y lo privado de la situación económica y social que Colombia padece hoy.
Como si fuera poco los mensajes difundidos por sus adversarios –de Petro- aunque masivos no calan, porque existe una realidad actual muy similar a lo que se critica y ‘advierte’ que llegaría si gana o que nos volveríamos como países vecinos que están arruinados económicamente, cuando la ruina aquí es pan de cada día, se ve en cada esquina y se conversa cotidianamente.
Seguramente la segunda parte de la estrategia electoral equivocada que veremos, además de nuevos escándalos contra Petro -gran equivocación- es esperar que millones reaccionen ciegamente aclamando a Fico, Hernández o Fajardo como guardianes de la institucionalidad, lo actual y de lo que se ‘goza’ hoy –libertad y orden-, es decir, mantengamos a toda costa lo que hay porque cambiar es malo; cuando la gente está reclamando es todo lo contrario.
Claro, ahora aparecerán encuestas donde los demás candidatos recortan sorprendentemente distancias con Petro buscando crear la sensación de impulso, lo logramos, vengan que ya casi ganamos, pero con el enorme riesgo de que ese ánimo se inyecte pero a los seguidores de Petro que no querrán dejarse alcanzar empujándolo más hacia adelante, porque más que miedo les representa cambio o esperanza.
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