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No conocemos sus propuestas concretas, reales, aterrizadas, soportadas financiera y económicamente para sacarla del marasmo, el atolladero y el atraso en que está sumida en: movilidad, pésimo estado de las vías, vetusta semaforización y caos en el servicio público de pasajeros, que es un tema; en el suministro, calidad, continuidad del agua potable, que es el segundo; el desempleo rampante, de mala calidad, intermitente, la informalidad y la desocupación juvenil, que es el tercero; ni en la inseguridad, venta y consumo de alucinógenos o bandas de malandros en los barrios de Ibagué, que es el último.
Es como si se quisieran saltar a la fuerza la realidad contundente y la verdad evidente, para imponer una narrativa floripondia de un municipio que será ciudad centro de no sé qué, posibilidad de turismo si se cuando, emprendimiento tecnológico si se más, alternativa de negocio y música tal; en fin en abstracto, retórico e ilusorio. ¡Ah! y no se trata de matar los sueños y las esperanzas colectivas de un mejor mañana, porque son los grandes motores del cambio, pero sí de que sean serios y puntuales.
Esos hombres y mujeres que hoy están en el escenario político por la carrera a la Alcaldía de Ibagué, ya no deben parlar de los grandes temas ni problemáticas si no de las soluciones a corto, mediano y largo plazo para cada una de ellas. No nos echemos cuentos entre nosotros mismos, los problemas de Ibagué están sobre diagnosticados hace rato desde muchos sectores.
Ibagué no necesita más saber cómo vamos, eso ya lo sabemos de memoria. Es más, con salir a las calles, caminarlas, escuchar a sus ciudadanos y conversar con voceros de ciertos sectores agremiados usted lo sabe de sobra. Se necesita es saber a Ibagué cómo la arreglamos.
Requerimos propuestas de cómo con los pocos recursos financieros que quedarán a partir de diciembre próximo, con el municipio casi quebrado, debiendo hasta la risa de las próximas dos generaciones que aquí nazcan, la deuda pública a más no poder y la infraestructura de servicios públicos y de mobiliario de ciudad casi en ruinas, pues cuál es la solución o soluciones, cuánto costarán, en qué tiempo se aplicarán y qué sectores se priorizarán.
Esas son cosas sencillas y principios elementales de la administración pública moderna, sin promesas, sin carretas, sin discursos rimbombantes con palabras “técnicas” ni frases de cajón. Son simples así se hará, para esto hay plata, para esto no alcanza, eso tiene que esperar otro periodo y que mejoren las finanzas, sin dar tantas vueltas. Es lo esperado de ellos, sin embargo, muchos parecen no pensar en la verdad de los hechos, si no en supuestamente evitar teorizar para lanzarse a “ejecutar” ya y enredar incautos votantes con promesas de acción ipso facto. Pero es precisamente ahí donde viene el problema posterior por los incumplimientos, el desánimo colectivo, la desconfianza en las institucionales, la merma de credibilidad en lo público y sus funcionarios, las desilusiones y la violencia. Porque no se quiere asumir con entereza, grandeza, carácter y amor cierto por la ciudad que esto sí se puede hacer y esto no. Punto.
Ya es hora de que aterricen sus iniciativas y propuestas en formatos de presupuesto, plan de acción y ejecutorias con costos y tiempos claros. Dejar la retórica, la venta de expectativas, la sonrisita postiza en público, la visita a los “pobres desvalidos” en barrios, la foto al natural abrazando niños mocosos o ancianos en sillas de ruedas, de poner en video la cara de consternación al ver la burda plaza de mercado en que se convirtió la carrera Tercera o la selfi visitando la zona rural, para explicar en foros, eventos, encuentros, cabildos abiertos, aulas y espacios públicos cómo carajo van a aporta en el mediano plazo para solucionar los cuatro grandes problemas que se tragan a Ibagué. Siguen en deuda y va contando, señoras y señores precandidatos.
¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro!
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