El verdadero valor de la paz

Darío Ortiz

Durante el largo proceso de la Habana, que ayer llegó a su momento cumbre, hemos sido espectadores del más duro pulso político que recuerde la nación acerca de un solo tema que es la Paz. Contrario a lo que se podría pensar, si no lo estuviéramos viviendo, el proceso ha encontrado en importantes personajes públicos un continuo rechazo ante cada eslabón de la cadena construida lentamente hacia la paz por los negociadores del gobierno y de las Farc. La parcialidad de medios como RCN en sus diferentes noticieros y programas de opinión, así como la visión de decenas de importantes periodistas que más que escépticos parecen simplemente asalariados contratados por los enemigos del proceso han logrado que muchas veces la verdad de las negociaciones sea puesta en tela de juicio y falsos rumores de asuntos que no están sobre la mesa de diálogo o en la agenda Gobierno-Farc parezcan hoy en día hechos insolubles o consolidadas reformas constitucionales.

Los epítetos que los enemigos políticos del proceso de paz y del presidente Santos han esgrimido de todas las formas posibles, la clara desinformación de importantes medios de comunicación nacional sobre el tema y los análisis jurídicos de cantina que oímos en boca de respetables personalidades hacen a veces palidecer la importancia histórica de lo que estamos viviendo tras tantas décadas de violencia fratricida. El demencial llamado a la resistencia civil al proceso de paz del ex presidente Uribe o la asombrosa posición del procurador Ordóñez que día a día pontifica en contra de cada acuerdo son apenas dos ejemplos patéticos que le demuestran categóricamente a la comunidad internacional el porqué de la supervivencia de nuestro conflicto interno, y que palabras más o palabras menos confirman la imposibilidad que ha tenido en nuestro país la extrema izquierda para hacer política dentro de las normas del estado y que son la razón misma de la conformación de las guerrillas y de la lucha armada en Colombia. La persecución permanente y la negación al derecho a la expresión y al ejercicio democrático fue la causa del origen de las Farc, el ELN, el EPL y el M19 entre otros.

¿En qué consiste la democracia? Es una pregunta que le tenemos que hacer a nuestros líderes y a quienes forjan la opinión en éste país pues parece que no la tienen clara. La democracia, ese derecho a elegir y ser elegido, a opinar y proponer, a someter al escrutinio público nuestras ideas no puede ser únicamente un derecho que ejerzan pequeños grupos de privilegiados sino que debe extenderse con generosidad sobre el grueso de la población colombiana. No me sumo a los pesimistas pero el verdadero cese al fuego se dará cuando permitamos la existencia del contrario ya que ese es el fin último de los acuerdos de la Habana. Por eso es claro que muchas frases de Timoshenko en su discurso, tras firmar el acuerdo de cese al fuego y dejación de armas, pueden ser ofensivas para los oídos castos de quienes ven tras cada opinión diferente una ofensa a lo que han sido sus vidas o a quienes sienten con ellas un menoscabo de sus intereses. Pero el hecho que todos podamos escuchar esas palabras sin que por ello sean una condena a muerte para quien las pronuncia es el comienzo de la democracia y el verdadero valor de la paz.

Si los colombianos logramos volver realidad y consolidar el acuerdo entre el gobierno y su eterno contradictor armado, no solamente veremos el final definitivo de las Farc y de una parte importante de la guerra sino que en la eufórica y difícil consecución de la paz habremos dado nacimiento por fin a nuestra esquiva democracia.

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