Una noche oscura y tormentosa, como escribiese alguien con redundante desatino, la joven Mary Shelley creó una de las más grandes obras de terror de todos los tiempos: Frankenstein o el moderno Prometeo. La historia de un monstruo armado de pedazos de cadáveres por un genio loco. El miedo es lo que define el movimiento romántico al que pertenece tal obra, pues eran los tiempos de las guerras napoleónicas cuando la vida de la juventud parecía no valer nada y los generales en perfecta formación los mandaban por miles a la carnicería de sus batallas. Cualquier mañana de sol cien mil hombres se enfrentaban en las colinas de Europa para hacerse pedazos entre fusiles, bayonetas y cañones. En contraste ante esa realidad había que ser aventureros, vivir y amar con intensidad por la dura sensación que pocos podían llegar a viejos, y quizás era cierto tras dos décadas de masacres y millones de muertos. La literatura romántica vio nacer una serie de criaturas fantásticas al filo de lo imposible que crecieron y se alimentaron de ese miedo de su tiempo; el vampiro, Frankenstein y muchas más fueron creadas para quedarse y actualmente hacer millonarios a los que las llevan al cine con acierto.
El miedo ha sido desde siempre un negocio rentable y un gran determinante de nuestras decisiones, y eso hay quienes lo saben muy bien. La mejor manera de manejar el miedo es apelando a los límites de lo creíble a esos iconos de lo malo que pueblan nuestras pesadillas. Desde niños nuestra crianza es lograda a base de temores para que no hagamos ciertas cosas o para que hagamos lo que otros quieren. La llegada del Coco es el pintoresco símbolo infantil de lo que es la educación del miedo. Luego nos amenazan con el infierno o con la enfermedad.
En la edad adulta se invoca aquello que valoramos y no queremos perder. Si amas la casa de la que eres dueño te amenazan con quitártela, si has luchado décadas por una pensión o por un buen trabajo perderlos sería tu miedo. Aunque este sea un país en el que no te puedes mover tranquilamente por razones de seguridad y en el que como en cualquier sociedad estas preso de tus propias condiciones económicas, te anuncian que vas a perder tu libertad.
Pero si hay alguien que sabe del Coco es el ex–presidente Uribe, quien durante ocho años se mantuvo en el poder ante el temor a una guerrilla crecida y envalentonada. Por eso ahora que las FARC se van a reinsertar a la vida civil anuncia la mutación del monstruo en paramilitares, otro monstruo peor, para intentar no perder el dominio que tiene sobre sus amedrentados electores. Esa es la razón de ser del engendro que ha montado con Venezuela y Cuba, y esa es la causa de la permanente publicidad “denunciando” lo que pasa en el vecino país y la única justificación de los trinos diarios que dedica a Venezuela. Ha hecho de Maduro y su dudoso gobierno de izquierda un “Frankenstein” que domina nuestras pesadillas, un “Frankenstein” que le ha dado vida con el nombre de Castro-Chavismo y que está a punto de asomar bajo la cama para apoderarse de todos nosotros los temerosos. No importa cuanto arroz tenga el país, ya vemos nuestros mercados desabastecidos, no importa que exportemos papel higiénico, ya nos vemos en aprietos para limpiarnos como nuestros pobres vecinos. No importa que él sea el causante de la reelección, ya nos vemos con gobiernos interminables.
La izquierda que ha sido históricamente minoritaria en Colombia va a subir de pronto al poder y va acabar con nuestros trabajos, nuestras pensiones, nuestra salud, nuestra libertad y nuestras propiedades. Y todo eso surgirá mañana antes de que cese ésta horrible noche, oscura y tormentosa, cuando gane el acuerdo para una paz estable y duradera con una guerrilla que está cansada de ser el Coco.
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