Metatesiofobia

Darío Ortiz

Dentro de la larga lista de fobias que padecemos los seres humanos esta extraña palabra de raíces griegas significa miedo al cambio, algo que todos hemos sentido en algún momento, pero que en determinadas circunstancias es una compleja patología, uno de cuyos ejemplos puede ser el de la mujer que recibe golpes y maltrato constante de una pareja que se resiste a dejar entre otras razones por fobia a los cambios. Pegada de su temor resiste estoicamente entre la tristeza y la desesperanza sin salir de allí, sin buscar escapar o cambiar en algo esa situación. Esperando que un día todo sea diferente por sí solo. Sacrificándose inútilmente con la esperanza de un mañana mejor.

Extrapolando ese término de la sicología a la sociedad no encuentro otra palabra mejor para definir lo que sucede en Colombia y lo que ha sucedido durante varias generaciones. Un temor enfermizo al cambio pese a que de una u otra forma todos conocemos y padecemos la realidad de la situación.

Vivimos en un país lleno de desigualdad, uno de los más desiguales del planeta y al que le faltan las oportunidades en todos los estamentos de la sociedad. Somos conscientes que la salud está mal, al igual que la educación. El desempleo es agobiante y los asalariados ganan poco y no les alcanza mientras pagamos un IVA elevado a sabiendas del mal uso de nuestros impuestos y el robo despiadado del erario. Todo sube de precio, los regulares servicios públicos son impagables y el transporte público es infame en toda Colombia, con escasas excepciones. Poco mejora realmente pero una y otra vez volvemos a votar por los mismos que en el pasado no pudieron solucionar ninguno de esos males y que hoy presumen de saber cómo corregir cada problema, aunque estamos como estamos en parte por su accionar, mezcla de ineficiencia, torpeza y corrupción.

Reelegimos al mismo clan de mentirosos por el simple temor a probar otras opciones. Sabemos que tenemos un ecosistema frágil azotado cada vez más por sequías e inundaciones pero elegimos siempre a quien impulsa la destructiva megaminería, la tala indiscriminada de árboles, la fracasada aspersión de glifosato y las peores formas de extracción petrolera que contaminan nuestras aguas otrora abundantes. Elegimos a quienes legalizan el expolio de tierras usurpadas tras años de desplazamiento forzado y quienes continúan parcelando el país a favor de emporios extranjeros que en contubernio con la banca privada compran por debajo de la mesa contratos, negocios y licitaciones. El presidencialismo en Colombia respeta cada vez menos la separación y el equilibrio entre los tres poderes pero elegiremos quien le siga quitando libertad a las cortes y quien torpedee la verdad y reparación de las víctimas.

Como aquella mujer golpeada que no reclama por esos abusos ni cree en la ley y defiende a su macho, de igual manera nos ofendemos si alguien intenta cobrar la responsabilidad política de quienes han sido elegidos con dinero del narcotráfico o de la corrupción, por los paramilitares, o por haber sido los gobernantes bajo cuyo mando el ejercito mancilló su honra enlutando miles de hogares humildes a cambio de prebendas y ascensos.

Con nuestra metatesiofobia, ese patológico temor al cambio, seguiremos auspiciando infamias porque nos negamos a aceptar que estamos jodidos por esa suma de malos gobernantes que hemos elegido durante décadas, iguales todos, parientes entre ellos, socios y aliados, de la misma casta aristocrática rural o urbana, y que seguirán en el poder rodeados de conocidos corruptos que presumirán nuevamente por ser del bando ganador, ya que no tuvimos el valor de cambiarlos a tiempo.

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