Y no era para menos, toda vez que para muchos menores de edad, llegó el fin de las acostumbradas noches de “libertad”, en las que pasar momentos agradables con sus amigos incluía el consumo de licor, cigarrillos y en algunos casos sustancias psicoactivas, que ponían en grave riesgo la salud e integridad de quienes a pesar de sentirse grandes, por su corta edad carecen de la madurez necesaria para prever los numerosos riesgos de la calle; los alrededores de los centros comerciales Multicentro y Arkacentro, el Mall y centro de servicio del Vergel, la plazoleta Santa Librada y el parque Murillo Toro entre otros, se habían convertido en los sitios más frecuentados por los jóvenes de la capital tolimense, que ante la restricción de no poder ingresar a discotecas o bares, utilizaban estos parques, calles, parqueaderos y bahías vehiculares, como un gran espacio de rumba e integración, que constantemente debido a las altas dosis de euforia características del alicoramiento, se transformaban en escenarios de riñas callejeras y agresiones físicas, poniendo en riesgo la integridad no solo de quienes hacían parte del conflicto sino de todos y todo a su alrededor; adicionalmente los efectos colaterales del consumo de alcohol y drogas ilícitas, como son los embarazos no deseados en adolescentes, la prostitución, el vandalismo juvenil, las afectaciones a la salud mental y la proliferación de redes de microtráfico, amenazaban con llevar a muchos de los jóvenes ibaguereños por caminos de vida equivocados.
No obstante, resulta paradójico que aunque la medida es sumamente protectora y contribuye en forma directa a la disminución de la preocupante problemática social relacionada con los excesos de libertad de los menores, esta haya sido tan mal recibida por la población que aunque no lo crea será la directamente beneficiada; también lo es, que una decisión que naturalmente debiera corresponderle a los padres de familia en su natural actitud protectora para con sus hijos, tuvo que ser tomada por el alcalde y su secretario de gobierno quienes en un acto de responsabilidad y total acierto, tuvieron que implementar una medida coercitiva para prohibir la circulación de menores de edad, en sitios y horas que representan riesgos potenciales para su vida, salud e integridad; por lo tanto, no cabe asomo de duda en que la decisión tomada responde en forma correcta al gran reto de proteger nuestros jóvenes, quienes representan nada menos que el presente y futuro de nuestra sociedad, así que es necesario que padres de familia, comunidad educativa y toda la sociedad, respaldemos esta atinada medida, que a pesar de ser impopular en la población juvenil, seguramente disminuirá los indicadores alarmantes producidos por las causas ya mencionadas; además, les enseñará a algunos padres de familia a mantener la autoridad sobre sus hijos, ya que de lo contrario deberán acostumbrarse a pagar costosas multas y recibir a sus hijos de manos de las autoridades todas las noches de fin de semana.
Como un infortunio fue recibido por parte de la población juvenil, la medida impuesta por la Alcaldía de Ibagué que prohíbe a partir del primero de agosto la presencia de niños, niñas y adolescentes en sitios públicos después de las 11 de la noche y hasta las 5 de la mañana, excepto si se encuentran en compañía de sus padres o su representante legal.
Credito
CESAR PICÓN
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