Y no era para menos, nunca antes habíamos obtenido una victoria de esta categoría en la máxima competencia del deporte mundial; lejos estábamos de imaginarnos que nuestros deportistas desplegarían tal arsenal de destreza, energía y coraje, como para superar rivales que otrora fueran muy superiores como México, Argentina, Bélgica o Portugal, y así alcanzar una posición decorosa en el medallero olímpico, dejando en alto nuestra gloriosa bandera tricolor. No obstante, aunque se sabe que para este certamen nuestros deportistas llegaron a Londres con un buen fogueo internacional y que contaron con un mayor apoyo del gobierno en su etapa de preparación; para nadie es un secreto que en Colombia, del deporte no se puede vivir y ello impide una adecuada concentración preparatoria, sumado a esto, la gran carencia de infraestructura deportiva especialmente de centros de alto rendimiento que permitan un progreso integral del deportista, ciertamente ponían en desventaja a nuestros embajadores olímpicos, frente a las fortalezas en materia de apoyo económico e importantes avances en la ciencia del deporte que tenían a su disposición los demás competidores; sin embargo, es evidente que estas razones no fueron suficientes para opacar a nuestros gladiadores, quienes en una clara demostración de gallardía y destreza, fueron capaces de sobreponerse a sus propias debilidades y salir victoriosos en esta trascendental competencia internacional; una victoria guerreada y sufrida, en la cual es sumamente importante destacar, que mientras en nuestro país muchos sinvergüenzas mantienen una actitud de maltrato hacia las mujeres y cada día crecen más los hechos de violencia de genero, en Londres fueron ellas, las que equivocadamente llamamos el sexo débil, quienes demostraron que la fortaleza y entereza de la mujer colombiana puede llegar tan lejos y tan alto como para poner la mitad del total de medallas que ganó nuestro país, y que gracias a ello fue posible ubicarlo en una posición deportiva bastante digna en todo el panorama mundial.
La llama Olímpica ya se extinguió en Londres dejando melancolía, tristezas y alegrías, pero en cuatro años se encenderá nuevamente en Rio de Janeiro para recibir a Colombia no como una inofensiva cenicienta, sino por el contrario como una delegación de fieras que llegara pisando fuerte a seguir reclamando para nuestro país un lugar en la historia del deporte olímpico; ojalá valgan estos momentos de júbilo, para que este triunfo internacional produzca una actitud más positiva en todos los colombianos frente a nuestro país, aumente la fe y el sentido de pertenencia por nuestra patria, nos haga convencer que las adversidades nos han hecho un pueblo más fuerte, digno y perseverante y que por supuesto, este logro sirva especialmente para que en el exterior, el imaginario colectivo entienda que aquí más que sembrar cocaína cosechamos oro, y no precisamente el mineral, sino el conseguido por una valerosa colombiana que acompasó sus pedales con los latidos de los corazones de millones de compatriotas que orgullosamente vimos alcanzar la gloria para nuestra patria.
Un sentimiento de orgullo invadió en los últimos días los corazones de todos los colombianos; ocho honrosas medallas fueron suficientes para dejar de lado las acostumbradas noticias negativas, y pasar al regocijo ante la radiante presencia de nuestros deportistas en el podio de varios deportes olímpicos.
Credito
CÉSAR PICÓN
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