Se prendieron las alarmas después de los escrutinios electorales en Ibagué. Los resultados no sólo sirvieron para descubrir traiciones e infidelidades políticas, sino para marcar el derrotero a seguir por quienes están a cargo de obras inconclusas en la ciudad.
Los primeros en actuar fueron los del consorcio Acualterno, ejecutores del contrato 060 de 2011 suscrito con el Ibal, quienes ante la catástrofe del candidato de sus padrinos políticos (Los trillizos), debieron liquidar rápido el contrato y embolsillarse un premio seco de 1.700 millones de pesos que generosamente reconoció a su favor la empresa contratante, cuando su aspiración era un premio mayor superior a los cinco mil millones de pesos.
Tras ellos está la Vapi, Veeduría del Agua para Ibagué, que en un sustentado derecho de petición espera conocer los fundamentos de hecho y de derecho que llevaron a contratante y contratista a concertar esta suma, que en concepto de ellos y de muchos ibaguereños no tiene soporte alguno.
En seguida, vino la reacción de los contratistas españoles y sus homólogos colombianos, encargados de realizar la construcción de los escenarios deportivos que habrían de servir para las competencias programas en los Juegos Nacionales, cuya subsede es Ibagué.
Los consorcios Parque Deportivo 2015 y Escenarios Unidad Deportiva 2015, se apresuraron a exigir adición en tiempo a sus contratos, ante el vencimiento de los términos pactados consensualmente, a lo cual accedió la dirección de Coldeportes para evitar mayores consecuencias a las delicadas que ya afronta de manera solidaria con el alcalde de Ibagué y el director y asesor jurídico del Imdri, gestores de todo este entuerto.
Pero como ya lo había advertido (Columna del 11 de octubre 2015, diario El Nuevo Día) después de la adición en tiempo debería venir la adición económica, pactada si el alcalde electo era el candidato de la maquinaria política gobernante. Y como esto no ocurrió, las obras se han hecho inviables financieramente por las mordidas que a este queso le suelen pegar reconocidos roedores.
Luego, lo único seguro es que más temprano que tarde las obras quedarán paralizadas y lo de Acualterno y el Panóptico se repetirá en Ibagué, con el consabido perjuicio para la ciudad y los recursos del Estado.
Orlando Arciniegas Lagos, a quien con cariño le dicen en la alcaldía “Doctor Mata”, hizo moñona con Luis H. Los diseños de los escenarios deportivos contratados con Typsa, la liquidación del contrato entre el Ibal y Acualterno y la adjudicación de los cuatro contratos de construcción y adecuación de escenarios, son parte de su autoría y éxito.
Necesita Ibagué y el Tolima un fiscal que contrario al actuar del procurador Ambiental y Agrario, Ernesto Cardozo, no salga corriendo cuando éste le muestre los dientes.
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