Óptica periodística: La tecnología nos atropella

Dicen los estudiosos de la economía y de la sociología que el mundo de hoy intenta remplazar la metáfora del poder que dan las máquinas al poder que da el mercado, o mejor, quien domine el mercado del mundo.

Es ahí donde realmente se da la batalla entre las grandes multinacionales o transnacionales y los estados del llamado primero mundo, hemisferio norte o mundo desarrollado.

En esta era de la comunicación y la información, entrando a la del conocimiento –que llaman los entendidos- lo que realmente importa es tener presente qué le gusta, qué necesitan, qué están pidiendo o qué necesidades de consumo se le crea a los millones de compradores, porque cada día es más difícil hablar de ciudadanos o sociedades sino de potencial del mercado de consumo.


Las fronteras como se conocieron por más de 500 años se vienen desvaneciendo de a poco, pero con certeza, gracias a la llamada globalización o mundialización que comenzó su accionar hace aproximadamente 30 años y referida a la interdependencia que existe entre quienes habitamos la Tierra. Relaciones políticas, sociales, culturales, científicas y, por supuesto, la más importante las económicas.  

Así mismo, debido a la idea política lleva a la económica, llamada liberalismo económico, donde toda actividad para crear bienestar en el ser humano debe estar dominada por una “mano invisible” que todo lo regula y por tanto no son necesarios normas, leyes o control de los estados, llamado actualmente de manera muy elegante la “desregularización”; ejemplo muy reciente de ello, para ilustrar más al lector, lo sucedido hace pocos días entre el hombre más rico del mundo y un país tercermundista (emergente, suena más chic) quien amenazó, prácticamente chantajeó públicamente al presidente, sus ministros y la nación entera, casi prohibiéndoles tomar alguna medida regulatoria que evitara su participación en un servicio (negocio) de alta tecnología.

Y ello, invocando el tercer gran invento de los poderosos ideólogos del mercado, la competitividad, es decir, la capacidad de una empresa o un estado de obtener más riqueza que sus competidores.


Todo ello amparado precisamente en la revolución tecnológica que ha permitido de manera acelerada la concentración de poder y riqueza gracias a las redes virtuales. Ello, además, creará más relaciones humanas virtuales y aparatos que cada día necesitarán menos órdenes para actividades o tareas, es decir, “máquinas inteligentes”.


Precisamente, afianzando una economía de redes o de servicios, apuntalada sobre el dominio de mercado para satisfacer las demandas de una economía de bienes y servicios más orientada hacia lo inmaterial, gracias al avance de la biotecnología, la nato-tecnología, robótica, informática y telemática con base a nuevos materiales.


Con todo lo anterior vale la pena preguntarnos si en Colombia y, por su puesto, en nuestro departamento, estamos trabajando -así sea incipientemente- en algo de ello; haciendo ejercicios de previsión frente a las nuevas realidades del mundo. De cómo procesos como la minería, por ejemplo, y sus efectos nos cambiarán la realidad cotidiana y como generarán otras líneas de actividades económicas e irán desplazando algunas de las tradicionales.


Esto solo por citar un ejemplo, porque ya se sabe que el oro no solo sirve para ser respaldo de riqueza de un país o un grupo económico, si no cada día es más utilizado como elemento indispensable en dispositivos electrónicos, teléfonos celulares, GPS, calculadoras, asistentes personales, televisores, conectores para ensamblar chips y microprocesadores, entre muchos otros.


La realidad nos está golpeando fuertemente y cada días con más fuerza y energía. Aquí no podemos seguir en calma, paciencia, pasividad, añorando el pasado y la música de cuerda, buscando lo que fuimos cuando la vida es otra. 

Credito
NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-

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