Estas últimas semanas los colombianos hemos asistido a un triste y deplorable espectáculo que desnuda toda la miseria que llevamos dentro como sociedad.
Es increíble que no menos de 10 noticias terribles que involucran a menores de edad hayamos conocido; claro, lo tenaz no es conocer de los hechos registrados por los medios en sí mismos, si no lo que muestran: a nuestros jóvenes y niños como objeto de cuanta depravación, malquerencia, maltrato y sumidos como simples objetos de venganza.
No cabe duda de que hay un problema de valores, o mejor de antivalores, si lo más preciado que tenemos como especie, que son nuestras futuras generaciones, para quienes trabajamos, forjamos futuro, dejamos el conocimiento y esperamos sean mejores personas que nosotros, no le damos la valía necesaria ni le prestamos la protección debida.
Todo esfuerzo de dolor, táctica de venganza, mensaje sobre lo que se está dispuesto a hacer por una disputa, se ha concentrado sobre los pequeños. Creo que esta sociedad altamente mediatizada y burocratizada como la nuestra, necesita de un gran plan para reeducarnos en el aprecio por la vida e integridad de los menores.
Una estrategia mediática y pedagógica que vuelva sobre lo importantes y valiosos que son nuestros pequeños y como ellos no pueden ser vistos como un botín de guerra o disputa cualquiera. Más bien, de lo sagrada que debe volverse su vida. Eso pasa también por endurecer las penas contra aquellos que se atrevan a quitársela o agredirlos profundamente, sin importar quien sea, merece la cadena perpetua o la pena de muerte.
La agresión a la que me refiero no es la de un papá con una reprimenda, un pellizco o una palmadita ocasionalmente para corregir (como diría el Papa Francisco), sino a las violaciones, mutilaciones, inyectarles veneno como el caso de la semana pasada, abandonarlos en un potrero para que se lo coman los perros o las ratas (como también se registró en Bogotá), sicariarlos como en Florencia, etcétera.
Creo que así como se está pensando en una marcha en favor de la vida financiada por el Gobierno nacional, es importante que expresiones de ese tipo, paga o no por el gobierno Santos, se empiecen a realizar en el país, que sean acompañadas por propaganda oficial en los medios, por un proyecto especial en escuelas, colegios y universidades, por un plan de comunicaciones para el desarrollo o comunitaria para barrios y veredas, la cual deje el mensaje claro de que a los menores deben respetados en su integridad física, moral y mental.
Es necesario hacerlo antes de que ese espiral de violencia que se ha ensañado sobre ellos siga creciendo a la vista de todos, y pensemos que son puras acciones de reacción las que terminarán o mermarán el problema. Cada día se hace más necesario proteger a los niños.
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