Celebrar un nuevo Tolima

Nelson Germán Sánchez

Creo no equivocarme al decir que tenemos que dar todo un vuelco a la celebración del Día del Tolima, sobre todo para que no siga siendo un evento pequeño, sin relevancia, donde solo están los funcionarios de los gabinetes, contratistas, estudiantes obligados de colegios y profes que aprovechan para no dar clases (lo cual nunca sucede claro) y uno que otro lagarto.

Y con ello no quiero decir que no se deba recordar que mediante el decreto de fecha 12 de abril de 1861 se creó el Estado Soberano del Tolima, entre los linderos de los entonces estados de Mariquita y Neiva, o que debamos el nombre a palabras de lenguas indígenas y desconozcamos el pasado etnográfico, musical, social, histórico o el que se nos ocurra. No. Pero debemos concentrarnos más en el presente y futuro que en el pasado.

Bien lo hizo este medio ayer al recordar nuestra fortaleza está en la naturaleza y los ecosistemas, la biodiversidad, así como por escritores como William Ospina, pintores como Darío Ortiz, músicos como Santiago Cruz, científicos como Manuel Elkin Patarroyo, así como por hombres de leyes que hoy ocupan –como lo hicieron Palacios Rudas o Darío Echandía- los más importantes posiciones en cortes, tribunales, ministerio y organismos del aparato judicial colombiano.

Importante resaltar nuestra cocina tradicional y gastronomía, pero con un toque más gourmet; lo mismo algunas de nuestras artesanías, merecen ser más destacadas con verdaderas estrategias de promoción, visibilización, comercialización y territorio. Igualmente, festivales como el Folclórico Colombiano y el de la Música Colombiana que están pidiendo a gritos una reingeniería para volverse de primer nivel, convertirse en un referente musical de primer lugar en el escenario nacional y un polo de desarrollo económico real para el turismo y el comercio.

Hace falta conocer lo que hacemos en investigación académica, los avances tecnológicos y de bioingeniería agroindustrial, nuevos ritmos y grupos musicales, la adecuación del territorio en infraestructura y las posibilidades de inversión que se presentan.

Realizar un verdadero ejercicio prospectivo del Tolima; de cómo queremos que sea su escenario ideal para el 2030, qué debemos hacer hoy para lograr eso; el cómo invertir en cultura ciudadana, civismo y sentido de pertenencia, así como en más y mejor educación para su gente. Es hora de perder la timidez e ir a conocer experiencias exitosas de otros departamentos y sitios de América Latina que lo han logrado. En el caso colombiano, de lo sucedido en Antioquia, Atlántico, Santander, Meta, Cundinamarca, Eje Cafetero, entre otros.

Pero aquí pareciera que seguimos pegados de la misma celebracioncita, los mismos ritmitos, las mismas añorancitas, al parecer, con el propósito de mantener un letargo mental y espiritual en un eterno sin fin de vivir de melancolía, la cual nos mantiene pegados solo a recuerdos de supuestas grandezas como si lo logrado en el pasado hubiera sido magnánimo cuando, por el contrario, se trató de medianos logros individuales, pero no de cambios estructurales colectivos que nos catapultaran hacia mejores condiciones económicas y de vida para todos los tolimenses. Es hora de despertar y celebrar por un Tolima moderno y de progreso. Siempre hacia adelante, no sigamos emulando en esta tierra firme, como lo dijo el periodista y escritor Andrés Openhaimer, la estúpida condición de pegarnos más a supuestas grandezas del pasado, que a las posibilidades reales del futuro.

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