La semana que acaba de concluir, nuevamente la ministra de Educación, Gina Parody, más conocida en el mundo académico por “la parodia” por sus promedios y cálculos, la falta de profundidad en conceptos, argumentación, análisis, estudio y demás, volvió a causar alboroto nacional al presentar uno más de los estudios con que pretende medir la calidad de educativa nacional.
No hubo un solo programa periodístico al que asistiera a tratar de explicar el modelo Mide donde no se enredara, se le notara que no lo leyó, le faltara defender inteligentemente dicha aplicación. Voces autorizadas y de todo tipo se han escuchado frente al nuevo desacierto. Nadie se opone, eso sí, a tratar de establecer a través de una clasificación o de un escalafón el cómo está la educación pública superior en Colombia, pero lo que sí se reclama es que antes de un nuevo experimento como esos se pague la deuda que tiene el Estado colombiano con las universidades públicas y todo el sistema educativo oficial, por ejemplo. Eso incluye a las gobernaciones.
Luego de ello, dejar un tiempo para ponerse al día en capacitaciones, estudios, infraestructura, amoblamiento, impulso a la investigación, internacionalización (que fue lo que pidió hace dos años el Ministerio de la universidades como receta impuesta por la Ocde), para realizar dicha valoración de cómo se está.
Cabe preguntarse entonces qué pasará ahora con el Sistema de Aseguramiento de la Calidad, del que hacen parte el registro calificado y la Acreditación de Alta Calidad. Se podría preguntar un parroquiano común y corriente como yo, que entonces la tal acreditación de alta calidad no sirve para mucho, es un mero formalismo, una especie de certificado como el de Icontec por el cual se paga para implementar algunos procesos y métodos administrativos; o qué tendrá que ver cuánto se ganan los egresados como indicador o saber si les fue bien en las pruebas Saber pro en inglés para medir la internacionalización del centro educativo, más aún cuando todo el país tiene un enorme retraso en bilinguismo.
Vacíos en ese nuevo modelo más mediático y para imagen que efectivo para mejorar la calidad en la educación, existen por doquier. Solo les recomiendo leer lo que han publicado sobre el mismo Moisés Wasserman, exrector de la Universidad Nacional de Colombia, o su actual rector Ignacio Mantilla; lo mismo que Carlos Lopera director del Observatorio de la Universidad en Colombia o Fernando Reimers, de la Escuela de Política de Harvard.
No se tienen en cuenta variables sociales y su impacto en las regiones como sucede con la Universidad del Tolima. Pareciera que el trasfondo es obligar a trabajar y esforzase para mejorar un indicador en busca de una recompensa económica del Estado o fomento, y que olviden que su misión es educar. No solo sacar profesionales para complacer un mercado, sino formar buenos ciudadanos que contribuyan con su conocimiento a transformar la sociedad.
En el caso de la mal medida Universidad del Tolima, como es evidente, con este modelo perverso que mide entre si universidades que no pueden ser medidas por sus características disímiles es de las más perjudicadas, y como bien lo resumió la experta periodista María Fernanda Moreno, autora del libro “lo entendimos todo mal” de editorial Planeta, la publicación del Modelo de Indicadores de Desempeño de la Educación Superior (Mide) desinforma, distrae y causa más daño que bien. Además, aprovechando este año electoral regional y de reelección rectoral algunos ya han lanzado sus ataques feroces de toda índole contra el rector de la UT, José Herman Muñoz Ñungo, porque no les ha gustado que haya apostado férreamente por lo académico antes que por las componendas; por estas cosas, lo que se debe ahora es aglutinar todos los sectores para cerrar filas en defensa del mayor y más importante centro universitario regional, promover salidas para mejorar sus indicadores y generar un mayor sentido de pertenencia. #SoyUT.
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