Esto hace de esta exposición en el MAT (Museo de Arte del Tolima) un evento de alto calibre que merece ser observada con detenimiento porque, además de sus temáticas particulares, los cuatro artistas nos regalan una pulcritud sin tacha en la resolución de sus obras, un respeto por las formas y los colores pero, en especial, por el otro, el que observa, el recipiente de sus planteamientos y desvelos.
Una enseñanza, por supuesto, para aquellos artistas que están acostumbrados a presentar de cualquier modo sus obras, con los bastidores torcidos por ejemplo, o “colgadas†de cualquier manera sobre paredes imposibles. Y una lección de puesta en escena de las obras, con una secuencia de lectura didácticamente diseñada, que demuestra el alto conocimiento de la estética que han adquirido los funcionarios del museo.
Por eso de la abstracción de Mario Vélez, que sugiere el movimiento perpetuo, a los requiebros publicitarios que empequeñecen al ser humano en Yolanda mesa, o de las visiones de la ciudad, la del atosigamiento de los oficios, de Nicholas Esperakis, a los juegos onÃricos plagados de objetos cotidianos vueltos personajes en Mauricio Zequeda, se desprende una propuesta de lectura que trasgrede el simple acto de la contemplación y sugiere en el espectador un cambio de mirada.
AsÃ, el impacto textural de Esperakis, el hiperrealismo de Mesa, la devoción por el discurso en Zequeda y los espejos arquitectónicos de Vélez, forman parte del asombro que ha de mover al visitante y ha de hacerlo sentir parte de la obra.
Sin embargo, no hay en las obras presentadas algo que supere lo ya conocido. Pienso que en el manejo de la figura o en el movimiento de las formas que giran, se entrecruzan y se habitan, se enriquece ese lenguaje que ya hemos trajinado en la recepción de otros artistas.
Es ese el camino del arte. Y es desde la perspectiva de nuestro acerbo de conocimientos y de nuestra sensibilidad como los personajes expuestos, ya sean óvalos o figuras humanas, nos impactan, nos invitan a dialogar, nos plantean de manera directa los eternos conflictos del ser humano.
Esta riqueza visual y de contenidos ha de transformar a quien visite la exposición del MAT. Por eso mi deseo de incitarlos a disfrutar de las propuestas de estos cuatro artistas, en buena hora invitados a exponer sus obras en Ibagué.
Tal vez lo que cautiva en las obras de los cuatro pintores sea una secreta unidad que los iguala en los desacuerdos, en las diferencias de conceptos para abordar el arte y expresar su mundo o en la selección de unos colores que los identifique y al mismo tiempo los separe en sus particulares acercamientos.
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
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