cómo la novela colombiana adolece de falta de pensamiento, en el sentido de no mover las grandes preocupaciones del ser humano, sino ocuparse de describir, casi siempre con lujo de detalles, los escenarios y las acciones, movidos por las pasiones y los sentimientos antes que por la razón.
Y para completar nuestro derroche de “sabiduría” aseveramos cómo la novela europea o estadounidense dejaba trascender a través de sus personajes la ideología como motor de la vida y como parte esencial del comportamiento de los seres humanos en la sociedad. Hay política y hay filosofía en ella, mientras que en la nuestra no es definible el marco filosófico que le da sustento.
Por ejemplo, dos novelas distantes en el tiempo “Los ejércitos”, de Evelio Rosero, y “Cóndores no entierran todos los días”, de Gustavo Álvarez Gardeazábal, muestran sendas poblaciones donde se desarrollan varias violencias acumuladas, donde los seres humanos se matan pero no se sabe qué da origen a ese baño de sangre. Muy bien escritas, parece no haber ahondado en la violencia como política ni como ideología sino como hecho.
Pues bien, hace poco terminé de leer la novela “Libertad”, de Jonathan Franzen, de mucho ruido por estos días pues “millones” de ejemplares vendidos bajo la premisa de ser la novela “gringa” más importante de los últimos tiempos, la han convertido en ejemplo obligado para quienes aspiramos a una lectura gratificante.
Unida a la conversación de los dos Sánchez, condenados a escribir por el resto de nuestras vidas, pude comprender cómo la novela de Franzen, en efecto, deja traslucir en sus más de seiscientas cincuenta páginas, el pensamiento y la posición del estadounidense promedio en un momento histórico tan diciente como el gobierno de Bush, convirtiéndose en una radiografía de la vida contemporánea. Hay un desarrollo minucioso de la vida de dos familias y en ese desarrollo se exterioriza la filosofía del poder frente a lo común y corriente.
Y, precisamente, entre la actitud de los adolescentes y el pensamiento de los adultos, se deduce cuál es la libertad a que se aspira, se retratan las ambiciones y se ponen de manifiesto las ligerezas y las profundidades de unas generaciones representadas en amas de casa, ingenieros ecologistas, músicos rockeros, que a la postre nos retratan la sociedad en la que nos movemos.
No tenemos, ciertamente, esa convicción en nuestras novelas. Ni si quiera podemos descubrir en ellas qué somos o por qué somos lo que somos, puestos en unos escenarios que tampoco nos pertenecen. Claro, se trata de novelas…
Conversábamos con Héctor Sánchez hace poco, en un corto viaje que tuvimos que hacer al Guamo, tierra natal del novelista, y en el cual, como cosa rara, hablábamos de literatura,
Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ
Comentarios