Para recuperar el rostro

En un reciente reportaje José Darío Antequera (hijo del líder asesinado de la UP en 1989) dijo que “mientras la sociedad colombiana crea que la memoria es un problema del sufrimiento de las víctimas, seguirá creyendo que es un problema ajeno”.

Lo dijo para lanzar el libro que escribió sobre su padre en su deseo de recuperar su memoria y ayudar al encuentro de la inconquistable paz entre los colombianos. Y tiene razón.

Los colombianos creemos que las masacres y los desplazamientos son problema de otros, que el dolor y las lágrimas son más un espectáculo que algo que nos debe concernir como sociedad y como pueblo. La peste del olvido pareciera haber sido siempre el objetivo y ocultar la verdad un propósito para vivir en el desprecio y la falsedad histórica.


Por eso ha sido nuestra costumbre ver lo que acontece en nuestro entorno como algo exótico a nuestra condición de parte constitutiva de la civilización occidental, esa a la que, curiosamente, fuimos violentamente insertados.


Por ese proceso hemos vivido condicionados a los valores exógenos, a las creaciones de los colonizadores, mientras nuestros propios desarrollos y creaciones han sido menospreciados y extinguidos como algo superfluo y sin raíces distintas a las aprendidas a la fuerza.


Me parece, entonces, importante que todos los esfuerzos que se hagan para retomar las manifestaciones culturales de nuestros antepasados y recuperar la memoria, vayan encaminados a configurar el rostro que nos permita identificarnos.


Este es el propósito del Banco de la República con sus exposiciones antropológicas, justamente visibilizarnos el pasado para que comprendamos nuestro presente.


Esta labor y estos estudios ya no son sólo ocupación de antropólogos, etnólogos y otros gomosos del pasado sino que, mediante exposiciones didácticas del acerbo cultural, conservado y clasificado por el Museo del Oro en un período de tiempo que ya acumula muchos años, tengamos acceso a la reflexión para tomar conciencia de lo que fuimos y entender en parte lo que somos.


Por eso los ibaguereños debemos ir a la exposición “Los espíritus, el oro y el chamán”, actualmente en curso en la sala de exposiciones del Banco de la República. Como cambio frente a muestras similares de años anteriores, que se conformaban con manifestaciones de grupos definidos por culturas (Quimbaya, Tolima, etc.) la actual exposición agrupa gran variedad de objetos de oro, cerámica y otros materiales pero por temas, de tal suerte que a la cosmología aborigen se puede acceder con otra mirada, digamos ya no regional sino como estadio sagrado de un tiempo rico y sugerente en el vasto territorio de lo que hoy es Colombia.


Una exposición y un libro que nos ayudarán a reconocer nuestra verdadera posición frente al mundo.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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