Al final descubrirá una piedra donde se paró en algún momento Napoleón Bonaparte o el recodo de un bosque en el cual se orinó Fernando II cuando huía de la muerte después de una batalla memorable.
Y al frente un guía que le cuenta en todos los idiomas una historia, vaya usted a saber si es cierta, donde se contiene con pelos y señales aquellos sucesos extraordinarios.
Usted la creerá, por supuesto, pero más se admirará de las vías de acceso casi perfectas, sin arrugas y sin ningún hueco, pobladas de autobuses repletos de turistas y coches particulares que visitan la historia y el paisaje.
Y que se nutren, de paso, con la comida de la región y beben la comida de la región y escuchan la música de la región.
Esos paisajes, para nosotros exóticos en su serena belleza, como son de exóticas para los europeos nuestras agrestes montañas con distintos verdes donde saben que nos matamos sin sentido, tienen el atractivo de contar con todas las comodidades para el disfrute de ese ofrecimiento múltiple.
Si usted viaja se dará cuenta de todas esas comodidades y de todas esas maravillas.
Por eso da grima ir, por ejemplo, al más bello paisaje que tiene Ibagué, el Cañón del Combeima, y encontrar que pareciera que en lugar de favorecer la disponibilidad de acceso nos empeñáramos en poner todos los obstáculos posibles, de tal suerte que nadie pudiera recorrer estos lugares. Carretera intransitable, lugares de visita precarios, comunicaciones imposibles, personas hostiles con el recién llegado.
Nos toca demostrar nuestra vocación de pobres y sufridos quienes, a pesar de todo, transitamos aquellos parajes por amor antes que con la comodidad que debiera tener el turista para el disfrute de la naturaleza y de la historia.
¿Quién le cuenta al turista la historia de Ibanasca y Eloín, que creara el escultor y escritor Edmundo Faccini? ¿Alguien ha propuesto utilizar semejante historia para atraer a propios y extraños a recorrer el Cañón del Combeima?
Es triste, en realidad, tanto desperdicio. Es triste saber también cómo la solución la evitan la nación, el departamento y el municipio al endosarse la responsabilidad de hacer del Cañón el sitio por excelencia del turismo del centro del país, un potencial que ayudaría a dinamizar la economía regional por encima de fábricas imaginarias y sin historia, como las que sueñan por ahí.
Y pensar que nuestra clase dirigente se precia de viajar por el mundo. Parece que no han aprendido nada.
Prefieren mantener la imagen pastoril de nuestra patria.
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