Comadres de inquilinato

En lo profundo de los inquilinatos, los antiguos y los modernos, se solazan sus habitantes en los rincones despotricando por lo que hacen los demás, pontificando sobre cómo hacer o no hacer esto o aquello y barriendo los oscuros pasadizos con la honra de cuantos mortales no tengan la fortuna de caerles bien.

Y, ¡ay!, del que disienta de su chismorreo porque el estigma que ganan no se desea que le suceda a ningún mortal.  

Conocen de cerca las relaciones personales, las externas y las internas, las íntimas y las públicas, que son casi todas, y están pendientes de esas imágenes que son caldo de cultivo para la creatividad malvada de los envidiosos.

Sus armas secretas son el rumor y el chismorreo, esa práctica en que se habla de todos y contra todos pero no se le sostiene nada a ninguno, aquello de “alguien dice que usted” o “me contaron que fulanito” o “si yo tuviera el mando mandaría a”, etc., pero nadie sabe quién lo dijo.

Sobra decir que tales conductas son poco menos que rastreras, bajas y peligrosas, y que sólo son asumidas por resentidos, seres impenetrables ante la miseria humana. 

Antiguamente se practicaba voz a voz, “sottovoce”, “dígaselo como cosa suya” hasta que el origen se pierde en los vericuetos del no se sabe quién ni dónde. Hoy se hace desde aparatos electrónicos, ya no tan anónimos pero igualmente despreciables, con resultados mortíferos, de amplitud desconocida.

Lo curioso es que no se dan cuenta del daño que hacen ni se percatan de que aquello que dicen de los demás les cae a ellos mismos y, por supuesto, también son parte de tanta miserableza, de tanta ruindad, de tanto lunar macabro en la sociedad.

Pues tanto como esas comadres de inquilinato son aquellos que, habiendo tenido el poder de cambiar el rumbo de la historia, no lo hicieron, y se dan a la tarea de obstaculizar el accionar de quienes los sustituyeron, de insultar la inteligencia de los demás con diatribas peores que rumores y señalamientos más graves que condenas.

Seres faltos de dignidad y de grandeza. 

Así como esas comadres de inquilinato se portan en los últimos tiempos personajes con nostalgia de mando, dignatarios y funcionarios con bajos instintos que buscan socavar el presente para incrustarse de nuevo en el poder.

Hombres y mujeres sin grandeza que abdican de su dignidad por la ambición de dividir para reinar, de destruir para luego posar de salvadores. Personajes frustrados que fueron incapaces de lograr lo que ahora critican, que fueron inferiores al compromiso que un pueblo honesto les entregó sin condiciones.

Qué horrible ser exmandatario cuando se tiene posturas de comadre de inquilinato.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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