Hoy en día escribir poesía, o historias reales o inventadas, pareciera una vocación exótica o, más bien, pasada de moda, en medio del predominio de lo pragmático, lo material, lo del instante.
Pocos son los seres humanos que quieren utilizar la palabra para vincular entre el pasado y el futuro, entre el fracaso y la victoria, entre la vida y la muerte, los sueños de una sociedad que debe reinventarse cada día para que sea más llevadera.
Y digo persistencia pues Pastor Polanía ha publicado dos libros anteriores: “Gotas de agua en la sangre” (1999) y “El baile de las iguanas” (2003), con el éxito predecible de siempre para quienes nos dedicamos a estos menesteres: unos pocos amigos nos leen y nos felicitan, luego el hastío y el olvido retornan al cauce rutinario de la indiferencia el esfuerzo de recordar con escritos nuestro paso por la vida.
Ambos libros son de factura y lenguaje promisorios, y, digamos, son el testamento espiritual del poeta. Sin embargo, se aventura a publicar 10 años después un nuevo libro, terco en su afán de compartir el universo mental que lo copa ahora, muy emparentado con la pintura, que también ha ejercido en los últimos años como otra catarsis que le permita sobrevivir espiritualmente en medio de la indiferencia general.
En “Raíces” hay una doble conmemoración: de una parte es un homenaje al poeta Nelson Romero Guzmán, a quien Pastor admira con reverencia, por su poesía intelectual, rica en testamentos artísticos, y cargada con la herencia de grandes artistas como Van Gogh y Goya. Fuera de eso a los dos poetas los unen la atmósfera, los olores y colores del sur del Tolima.
De otra parte, es una afirmación del arte de la pintura, pues Pastor pareciera sentirse realizado al establecer el vínculo estrecho entre el arte de la palabra y el arte de la pintura, no sólo como afirmación personal, sino como herencia que siente transmitida por la poesía del poeta homenajeado.
Pero “Raíces” es, además, un poco la desolación del hombre que siempre fracasa pero continúa existiendo, otro poco la alegoría de la transformación entre la cordura y la locura, y algo más que la síntesis de una lucha entre el desprecio de vivir y la férrea voluntad de mantener la existencia porque no hay otra vía posible, salvo la desaparición ante la inutilidad de la existencia.
Vale la pena recorrer este poemario, bien como afirmación o como negación, pero siempre como experiencia enriquecedora.
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