Tuve el honor de ser invitado al VIII Encuentro Nacional de Escritores ‘Luis Vidales’, que se llevó a cabo en Calarcá, Quindío, en la semana inmediatamente anterior.
Muy distinto al Parlamento de Escritores del Caribe, en Cartagena, donde el encuentro se desarrolló en recintos cerrados y con la participación únicamente de los invitados. El público sólo participó en un recital de cierre donde la gran mayoría de los escritores, principalmente los poetas, compartió sus creaciones.
En Calarcá no fue así. Acá se involucraron los colegios y la ciudadanía, los autores invitados fueron a las aulas a realizar lecturas y charlas, participaron en foros en un auditorio central, en este caso el Club Quindío, e hicieron lecturas públicas en las plazas, como la de Bolívar.
Se puede decir que la ciudad se involucró desde el miércoles hasta el sábado en esa nutrida programación en la que los invitados entregaron sus creaciones y conocimientos en una comunión sin par con los habitantes de la región.
Y también estánlas tertulias que se llevaron a cabo espontáneamente entre quienes no teníamos compromiso inmediato con alguna actividad. Me hallé en varias alrededor de un tinto con escritores que me enriquecieron con su visión del mundo y de la literatura. Tanto jóvenes como veteranos. Daniel Ferreira y Fernando Cruz Kronfly, por citar sólo dos autores.
Nada más importante para la ciudad que un encuentro de esta naturaleza. Y, sobre todo, porque la variedad nacional se hizo explícita por las regiones de las que proceden los autores, del Caribe, del Pacífico, del Centro y Oriente del país.
Al Tolima lo representamos el laureado poeta Nelson Romero Guzmán, el narrador y dramaturgo Manuel Giraldo Magil, y yo.
En estos casos el diálogo que se establece con la ciudadanía produce resultados tan importantes como la tolerancia a la diferencia de criterios, la libertad de expresión, la ampliación del campo de la lectura y la escritura, el respeto por la multiplicidad de los análisis y la afirmación de que el país es, en su diversidad, así lo nieguen algunos gobernantes o empresarios, un universo cultural y artístico inmenso, digno de explorar y estimular para conocimiento de los colombianos.
Me llamó también la atención ver reunidos a jóvenes ya galardonados y escritores mayores con una obra consolidada, desarrollando el diálogo interminable del oficio de la escritura y la lectura, siempre el mismo y siempre renovado, siempre antiguo como el hombre y siempre nuevo.
También me sorprendió gratamente la organización del Encuentro, la preocupación de sus integrantes por el bienestar de los invitados, el cumplimiento en los horarios y la seriedad de cada uno de los eventos.
A Cindy Cardona, José Nodier Solórzano, Ángel Castaño y ‘Torre de Papel’ mi gratitud por esta invitación.
Comentarios