Ciudad imaginaria

Benhur Sánchez Suárez

Una ciudad importante debe tener escenarios para el arte y la cultura. No porque sea escogida para un certamen nacional, lo que parece más una lotería o una puja de intereses o una oportunidad, sino porque es natural que los tenga, los mantenga y los preserve.

Los ciudadanos nos merecemos eso y es muestra del mínimo respeto que nos deben ofrecer los gobernantes a quienes les pagamos para eso.

Nosotros ya deberíamos disfrutar de un Centro Cultural, por ejemplo, entendido como un lugar donde se estimulen las actividades artísticas, presentes y futuras de nuestra región.

Valga decir que debiéramos disfrutar de un lugar con salas de exposiciones, de conciertos, de conferencias, biblioteca, aulas para talleres libres, museos, librerías, en fin, tal vez me sobren o me falten habitáculos para la vida, porque lo que sobran son los escenarios para la muerte.

Nosotros deberíamos tener escenarios deportivos suficientes, no porque los exijan unos Juegos Nacionales, sino porque es inherente al desarrollo urbano de una ciudad con fisonomía humana. La ciudad debe tener estadios, coliseos, canchas y vías para el esparcimiento y la sana convivencia de los ciudadanos.

Debo reconocer que esas ilusiones se dibujan en las peroratas de los candidatos a dirigir los destinos de nuestra ciudad, donde se pinta la fabulosa ciudad del futuro, la de las vías suficientes, la de los parques purificadores del aire que respiramos, la de las residencias decorosas y honorables, la de la educación para la vida, la de la memoria conservada y respetada.

Lamentablemente todo eso es el trasunto de una ciudad imaginaria, arrumada en los proyectos prometidos y nunca ejecutados ni cumplidos.

El Centro Cultural no ha pasado de las promesas de un alcalde que, recuerdo mucho, mientras hacía que escuchaba las propuestas de gestores culturales, chateaba en su Smartphone con un asesor imaginario, por lo que nunca supo qué proponían los gestores culturales.

Los escenarios deportivos apenas son esqueletos que se levantan en el horizonte con orientaciones al revés y túneles que no conducen a ninguna parte. Gracias a Dios, el dios Smartphone continúa funcionando.

Pero el presupuesto se gastó, queridos ciudadanos, tan eficientemente se gastó que no alcanza para organizar el acto de inauguración, y menos el de clausura. Eso sucede en una ciudad imaginaria donde se piensa en todo aunque muy poco en lo que se debe hacer.

La ciudad que soñamos es una ciudad invisible por obra y gracia de las nuevas tecnologías pues alguien invirtió en algo que no se ve pero costó el doble de lo presupuestado.

Ahora tendremos que conformarnos con la frase memorable “No hay escenarios, no hay juegos, no hay ciudad”. ¡Qué vergüenza!

¿Alguien piensa qué va a pasar con nuestro futuro en manos parecidas?

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