De las utopías en el arte

Benhur Sánchez Suárez

Ibagué debería ser centro de actividades artísticas de renombre, tanto a nivel nacional como internacional. Tiene todas las condiciones para hacerlas. La más socorrida es su cercanía con la capital, el centro administrativo y decisorio del país.

La ilusión era programar una bienal de arte que se realizara en el transcurso de los Juegos Nacionales y se instituyera para su continuidad en el tiempo como el aporte que la ciudad podía hacer al desarrollo del arte y la cultura del país.

Cada dos años, entonces, el país estaría pendiente del evento, con las ventajas que implica atraer personas de diversos lugares y enriquecer el ambiente intelectual y espiritual de nuestras gentes. Se rompería el mito del arte para unos pocos grupos.

La idea era congregar artistas de todo el país y de la región, con invitación expresa y no por concurso para evitar aquellos que creen que los certámenes artísticos son una especie de lotería. Y artistas internacionales, también con invitación especial.

Todo empezó a derrumbarse cuando el apoyo que debiera recibir el certamen por parte de los entes gubernamentales, incluso de entidades culturales del orden privado como el Museo, por ejemplo, se diluyó en la pobreza con la que se mueven los gestores del área y los presupuestos oficiales, más para pagar dádivas que para buscar la consolidación de una política cultural estable.

Pero si se diluyeron los Juegos Nacionales ante la ineptitud de una administración que no fue capaz de administrar con responsabilidad ni los recursos ni el tiempo, muchos menos se podría pensar en que el arte, la cenicienta de los gobiernos —ningún candidato en las pasadas elecciones tuvo a bien presentar en su programa un proyecto específico para el arte y la cultura—, tuviera el apoyo necesario para un certamen de la envergadura como el que las utopías de algunos artistas nos creamos en la imaginación.

Pensábamos que el certamen artístico se hubiera podido llamar Bienal de Belén (ahí les dejo la idea para los que quieran copiarse, que tengan mejor suerte que nosotros, como sucedió con el Festival de los Ocobos). De paso se haría homenaje al barrio más antiguo de la ciudad, sede del Museo de Arte del Tolima y con un ambiente que poco a poco toma la cara del sector más cultural de Ibagué.

Quiera el destino que en años venideros, amparados en las nuevas administraciones que acabamos de elegir, otro sea el panorama para las actividades culturales y artísticas y que se entienda que los artistas somos profesionales y no menesterosos, pedigüeños de dádivas ante funcionarios oscuros que manejan el presupuesto cultural de la ciudad y del departamento.

Pero, bueno, si no tuviéramos utopías, estaríamos muertos.

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