Espectáculo o folclor

Benhur Sánchez Suárez

Parece ser que, definitivamente, las autoridades del municipio, denominado ciudad musical de Colombia (otros dicen capital, no sé con base en qué, si la frase inicial en el siglo XIX fue “ciudad musical”), están empeñadas en demostrar que las festividades de mitad de año deben ser un espectáculo público y no una fiesta folclórica.

Así se comprueba al presenciar la polémica que ha despertado el anuncio de un contrato multimillonario con un músico de talla internacional, intérprete de una música que, ni por asomo, representa el folclor de la región.

Sí, es folclor nacional, por supuesto, el cantante representa la música que nos han embutido en el alma desde hace años con emisoras propias, premios internacionales comprados, ventas multimillonarias y todo los que se desprende del rating que esclaviza a los medios, pero no es el sentimiento nacido de la cultura de la región.

¿Que la disfrutamos? Claro que la disfrutamos, hasta yo he participado y cantado en algún parrando de esos en alguna madrugada ibaguereña (lo curioso es que ahora lo utilizan para ofrecer serenatas). Que a muchos les guste no lo convierte en nuestro símbolo musical ni ha de ser lo que debemos celebrar.

Puede ser todo lo internacional que quieran pero tan escandalosa suma presupuestada para un artista y su grupo es, francamente, una afrenta a la región y a su folclor. Cuántas agrupaciones en los barrios alegrarían a sus conciudadanos si los apoyaran económicamente para hacer que la ciudad disfrutara del folclor.

Se les olvidó qué se celebra. Se les olvidó que es una fiesta popular en donde las manifestaciones de la comunidad deben ser el eje para que sea auténtica, es decir, donde la gente actúe y no sea sólo observadora de esta fiesta que es suya pero otros la representan.

Las festividades se convierten así en algo tan momentáneo como un espectáculo que pasa y, por lo general, no deja ni el recuerdo de una diversión.

No basta vestirse con camisa blanca de pechera bordada, usar pañuelo rojo y sombrero de paja. No. No, si por dentro late otra historia. Si nuestra música, dígase lo que se quiera de ella, no aparece por ningún lado.

No, si los turistas que se acerquen vienen, se emborrachan y bailan a ritmo de acordeones o lloran con las rancheras que le recuerdan y retratan sus vidas fracasadas.

No, si nuestros artistas mendigan en las calles con su música, que ya no se usa, o se escucha en actos privados solamente.

No, si hasta nuestro himno lo cantan pocos, aunque es una canción folclórica, porque el que lo sabe es un archivo digital o un CD archivado para la ocasión. Pocos lo sienten.

¡Dos mil millones, vaya! ¿Vivimos nuestro folclor con Vives?

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