Respetado Monseñor Córdoba:
A raíz de la decisión tomada por el ICBF de reintegrar para adopción dos niños colombianos al ciudadano norteamericano Chandler Burr, quien de manera veraz se declaró homosexual, al preguntársele al respecto, usted ha expresado la siguiente frase sobre Burr: “Le llegan dos jovencitos en una edad en la que pueden ser atractivos para él” .
“El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca” (Lucas 6, 45). Yo me pregunto, con muchos de sus conciudadanos y varias ovejas de su rebaño, ¿qué es lo que hay en el corazón del Obispo Córdoba para hablar en estos términos?
Su frase flaco favor hace a la comunidad de creyentes católicos y nada dice a personas de buena voluntad que, aunque no participen de la iluminante y valiosa doctrina cristiana y católica, pueden ser gestores auténticos del bien común.
No se puede sorprender ni molestar, Monseñor, porque algunos puedan calificar su frase como manifestación cínica en épocas amargas y dolorosas para la Iglesia Católica, que hoy tiene que poner la cara al mundo entero ante los cada vez más sonados casos de abuso sexual en los que han incurrido algunos de sus sacerdotes y altos jerarcas. No todos sus sacerdotes y altos prelados han incurrido en estas infames prácticas; hay que decirlo para evitar la generalización, porque toda generalización es violenta. Su frase caricaturesca y agresiva podrá incluso generar frases similares sobre usted, que ni usted ni la institución que representa merecen.
Entre los innumerables temas de la agenda nacional, los colombianos tenemos que dar un trámite serio, profundo, respetuoso y constructivo a los temas asociados con los cada vez más demandados derechos de homosexuales y de las parejas del mismo sexo, los cuales van desde aspectos asociados a los temas patrimoniales, la seguridad social y aquellos que buscan habilitarlos como sujetos de derecho en materia de adopción de niños y conformación de familias.
Sin lugar a dudas, en este tema la Iglesia Católica, como otros estamentos de la Sociedad Civil, tienen el derecho y el deber de aportar sus luces. Pero también es justo y necesario que lo haga con tesis y planteamientos más llenos de luz, que aporten al discernimiento, y no con frases fanáticas y animosas que sólo contribuyen al sectarismo y la violencia.
Ante este reto, Colombia necesita que sus líderes políticos, científicos sociales, pastores religiosos y centros académicos asuman un compromiso estético y ético con la comunicación y la deliberación, para que el país, en el marco de sus instituciones democráticas, tome decisiones en tan exigente materia.
¡Ponderación Monseñor! Su comunidad necesita luces; sus legítimos interlocutores, que concuerdan y disienten de usted en este debate, esperan mayores luces, más autoridad, más finura por parte de la Iglesia que usted representa.
“El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que abunda en su corazón habla su boca” (Lucas 6, 45).
Credito
ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ
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