Se está configurando una especie de momentum constituyente, que demanda inteligencia política para canalizarlo y capitalizarlo como paso fundamental para avanzar hacia una democracia segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, soberana e institucional.
La desaparición de un equilibrio real entre las ramas del poder público; un presidencialismo que ha opacado el brillo del poder legislativo; un ejecutivo que cada vez legisla más y es lento en las ejecuciones y desarrollos institucionales de las normas; la pertinencia y alcance de la vicepresidencia; cortes que coadministran; tres poderes constituidos que se han arrogado un estado permanente de reforma constitucional; la pertinencia de un régimen parlamentario o un sistema unicameral; la sentida necesidad de reformar la administración de justicia y la manera en que se eligen los miembros de las altas cortes; revisión del sistema penal acusatorio y bondades y limites del principio de oportunidad en materia penal; la necesidad de articular las expresiones representativas y participativas de la democracia en el orden nacional, regional y local; la pertinencia de rescatar la apuesta descentralista de la Constitución del 91, que se ha venido diezmando por la vía de actos legislativos, tramitados a espaldas del constituyente primario, y la urgencia de configurar condiciones para una autonomía socialmente responsable de las entidades territoriales; una pregunta creciente sobre la eficacia real de la extradición; la necesidad de contar con herramientas de justicia transicional para alcanzar la paz; el desarrollo real de un fuero militar que evite el riesgo jurídico para nuestras fuerza pública; la necesidad de revisar y ampliar las responsabilidades de la banca central; la reconciliación de los principios de autonomía y responsabilidad social en estamentos como los medios, las instituciones de educación superior, las comunidades étnicas y los gremios; dinámicas sociales que apuntan a revisar o confirmar las definiciones de familia y la discusión sobre los alcances de temas como el aborto y la eutanasia; la creciente disolución de las fronteras entre el sector privado, público y solidario de cara a la gestión de bien común en el campo económico y social. Todos estos temas van configurando ese momentum constituyente en Colombia.
Una sociedad que tenga una apuesta radical por la democracia no debe temer convocar al constituyente primario para revisar los fundamentos de la carta fundamental con el argumento medroso de que una iniciativa de esta naturaleza se sabe donde empieza pero no donde termina. Tampoco es pertinente acotar una convocatoria de asamblea constituyente para tratar un tema específico, que podría ser tramitado con un referendo específico.
Enhorabuena el pueblo, el constituyente primario, está cada vez más en vigilia constituyente, ganando consciencia política para revisar organicamente los pilares constitucionales del sistema político. Hay momentum constituyente; pronto será fuerza constituyente.
Son varias las inquietudes que moran en las mentes y corazones de los colombianos relacionadas con las instituciones políticas que constituyen los pilares de nuestro Estado y sociedad civil y del papel de la persona en el ejercicio de sus derechos y deberes como ciudadanos.
Credito
ALFREDO SARMIENTO NARVÁEZ
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