En 2009, Gabriel Silva, entonces gerente de la Federación, anunció “un año dorado” y culminó con una cosecha de 7.81 millones de sacos, la peor en décadas.
Para 2010, Genaro Muñoz avisó “un año muy diferente” y la “recuperación” llegó a 8.9, dos y medio millones menos que el promedio entre 2000 y 2008.
En 2011, Muñoz habló que “el año cafetero que se inició en octubre, frente a un año atrás, es muy bueno” y resultó peor que 2009, tanto que Colombia importa dos de cada tres tintos que consume.
Para 2012, Muñoz, en carta a los caficultores, reitera las mismas explicaciones dadas a los recientes ciclos descendentes. Parodiando a Santos, lo atribuye a “la maldita Niña”; en segundo lugar, a que “300 mil hectáreas están, en etapa de crecimiento o improductivas, las cuales corresponden al área renovada entre 2008 y 2010” y hace tácitas referencias al impacto de la roya.
Tales dificultades no impiden que, insólitamente, proponga “un proceso de ajuste de la contribución cafetera”; es decir, de subir el impuesto pagado por los productores por libra exportada.
La caída libre de la caficultura colombiana exige un cuestionamiento y con más razón antes de intentar alzas tributarias.
Deben aclararse las cifras del sector, tanto las del Fondo del Café como las de la estructura productiva, que muestran inconsistencias.
Por ejemplo, el nivel de infestación de roya en 2010 fue 44 por ciento y en 2011 del 12 por ciento; no obstante, la productividad, al dividir la cosecha por el área neta, restando las renovaciones hechas 24 meses antes para cada año, en 2010 fue de 11.4 sacos y en 2011 de 10.4.
Así mismo, si se cuenta que el régimen de lluvias en 2009 fue 40 por ciento superior al promedio histórico, tal como sucedió en 2011, en el primero de estos años, con 50 mil hectáreas netas más en producción, el volumen de cosecha fue casi similar al de 2011.
El ajuste de cifras es necesario para debatirlo todo, incluidos paquete tecnológico, rentabilidad media, comercio interno y desgaste de los suelos tradicionales; explicar por qué el Huila, que vinculó miles de hectáreas nuevas, lidera la caficultura y, en conjunto con Tolima, capturó uno de cada tres pesos del crédito cafetero en los últimos dos años; en tanto, departamentos ancestrales, como Caldas, Risaralda y Quindío, apenas accedieron a algo más del 10 por ciento del total.
Las noticias cafeteras pretenden ocultar problemas estructurales cada vez más graves y evidentes, “que están pitando”, y que, por las propuestas de Muñoz, no parecen ser iguales a los de la Federación. ¡Que se abra la discusión!
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