Les encargan “un vigoroso papel para mitigar los efectos de las crisis regionales y mundiales”; “dar (les) respuestas urbanas”; “negociar agendas con los agentes locales”; atemperar los daños causados en escalas nacionales y globales, y resaltan la resiliencia como una eventual capacidad para revertir el maremágnum vigente.
Según ONU-Hábitat, ciudades expandidas y de suburbios privilegiaron individualismos y consumismo, valores “artificiales” y “excesiva movilidad”; fomentaron plusvalías en suelo suburbano y gestaron urbanizaciones paralelas desiguales, formales e informales.
El Banco Mundial, el BID, ONU-Hábitat, la Fundación Rockefeller, la CAF y el Lincoln Institute convocan a una alianza global que acometa la transformación proyectada.
Para mitigar el cambio climático, presentado como primer dolor de cabeza, se adoptan “energías limpias”; ciudades “inteligentes, innovadoras y competitivas” y modalidades de renovación y regeneración de áreas, con usos mezclados del suelo, como enfoque central del diseño urbano del siglo XXI, advirtiendo que serán las alianzas público-privadas el mecanismo eficaz para concretar las acciones pertinentes.
Habrá franquicias a empresas con propuestas para procesos urbanos con alta conectividad, como IBM, Cisco y Symantec; o para compañías como General Motors, Siemens y/o Volvo-Geely (China) con vehículos subsidiados en Estados Unidos, Japón, China y Europa, eléctricos o de biocombustibles; o para firmas con rentables sistemas constructivos de altos índices de edificabilidad en altura, intensivos en equipo y abundante apalancamiento financiero. Conforman un complejo ecológico-industrial, promovido por Al Gore, que constituye fuente alterna de ganancias, justificada por objetivos “indiscutibles”. Así se valida el sobreprecio de 250 mil dólares de un bus híbrido o bien el mercado bursátil de bonos de carbono.
¿Podrá el nuevo evangelio urbano solucionar los males del viejo, agrandados por 20 años de globalización? Veamos la contradicción entre el campo y la ciudad, que es “el nervio mismo del problema”. ONU-Hábitat registra que diariamente llegan 200 mil personas a las ciudades, 183 mil de estas en países del Sur. América Latina ya tiene 80 por ciento de su población en urbes y, para 2050, se estima que sea 87 por ciento; es un subcontinente de megalópolis.
¿Guarda alguna relación la tasa demográfica para centros poblados, de 2.4 por ciento anual, con la quiebra agrícola de muchos países? América Latina lo corrobora. La agricultura pasó de ser 11.2 por ciento del PIB en 1970 a 5.1 por ciento en 2012, y la población rural pobre, del 60 por ciento en 1980 al 53 por ciento en 2010, con un porcentaje en indigencia del 30 por ciento (Cepal).
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