Además de la satisfacción que experimentamos por el progreso del atletismo, nos volvió a enrostrar la forma precaria como surgen nuestros campeones, con toda una infancia de privaciones y un reto para redimir a su familia, social y económicamente. Si bien ahora se cuenta con cierto apoyo oficial a los deportistas que logran llegar a la élite, su pasado de miseria sigue pesando en su rendimiento y en la visión que tienen de la vida.
“Cada paso que doy no es Fernando López, sino el pueblo de Nariño el que avanza, es el sentir de un pueblo y la ilusión de ellosâ€, dijo para la prensa el Subintendente de la PolicÃa que logró en Daegu, Corea del Sur, la primera medalla del atletismo colombiano en un campeonato mundial. López agradeció a todo el mundo y cuando lo recibieron como un héroe, al mejor estilo de los vencedores de los juegos PÃticos y olÃmpicos en Grecia, le entregaron la noticia de su vida: le van a dar una casa propia, como el pago a sus incontables madrugadas, combatiendo con su rÃtmico caminar el aire helado de las montañas nariñenses o el soplo despiadado del viento de la Sabana de Bogotá.
Unos dÃas después fue la morena Caterine Ibargüen quien dio el triple salto de Apartadó a Puerto Rico y luego a Daegu; allà se levantó por los aires para alcanzar su sueño de engalanarse con una medalla, asà fuera de bronce. Esta vez, a sus 27 años habÃa logrado los 14.84 metros que la separaban de la fama. En medio del júbilo nacional a ella también le ofrecieron una vivienda para su familia.
Lo mismo ha ocurrido en el pasado y, en algunas ocasiones, los deportistas se quedan esperando el ofrecimiento, mientras sus hazañas se van eclipsando con el tiempo. Se espera que esta vez sà se dé cumplimiento a las promesas y asà dos nuevas familias colombianas tengan su casa propia y disminuyan pÃrricamente las estadÃsticas frente al déficit de 3.5 millones de viviendas de interés social que reporta la Cámara Colombiana de la Construcción.
López e Ibargüen se convierten, asÃ, en un paradigma para las nuevas generaciones. Sus sacrificios y el tesón puesto para escalar el pódium los ubica como los colombianos dignos de imitar. Asà que los miles de jóvenes que, en calles y caminos improvisan las pistas de sus sueños, deben correr y correr tras la quimera de alcanzar la gloria a través del deporte, una de las pocas posibilidades en este paÃs de satisfacer una necesidad primaria que el Estado debe proveer.
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